miércoles, 17 de septiembre de 2025

Escoger a Dios y sus caminos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

21 de Septiembre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 8, 4-7 / Salmo 112, 1-2. 4-8 ¡Alaben al Señor, que alza al pobre! / Timoteo 2, 1-8

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     16, 1-13


    Jesús decía a los discípulos:
    «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto".
    El administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!"
    Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" "Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez".
    Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" "Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos".
    Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
    Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
    El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
    Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

El Maestro privilegió a los pobres en su actuar y «este es el testimonio que Él dio a su debido tiempo» (2L), según nos muestra la Escritura. Es que no hay espacio para la duda: su vida fue un constante ser fiel a Dios, el mismo que «levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria para hacerlo sentar entre los nobles de su pueblo» (Sal). Y, no sólo eso, también advierte a quienes abusan de ellos: «Jamás olvidaré ninguna de sus acciones» (1L). Quienes nos sentimos amigos de Jesús, entonces, debiésemos saber que la mejor forma de «servir a Dios» (Ev) es servir al pobre.

Para comportarnos como hijos de la luz.

Esta es, probablemente, una de las parábolas más difíciles de interpretar de todos los evangelios.

Nos puede ayudar en esta tarea tener presente que estos relatos no son historias en las que cada elemento tendría relación con hechos concretos de la vida, sino cuentos basados en comparaciones fabuladas para guiar hacia la reflexión.

Tratemos, pues, hasta donde nos alcance la sabiduría de la que disponemos y la experiencia que hemos adquirido conociendo al Maestro galileo, de encontrar el sentido que tendría para Jesús contar esta parábola.

El administrador es atrapado malgastando los bienes de su empleador (ni siquiera se esfuerza en defenderse) y cuando es notificado de su despido, en vez de aprovecharse por última vez de éste, decide renunciar a lo que legalmente le corresponde como regente de lo que poseía el rico de la historia.

El sistema era el siguiente: alguien compraba al comerciante alguno de sus productos, diez barriles de aceite, por ejemplo, y el administrador le hacía firmar un pagaré por veinte; la diferencia era su paga.

Entonces, esta persona desiste de obtener lo que le corresponde con el objetivo de ganarse amigos que, en compensación, le ayudarían en la situación de necesidad económica que le sobrevendrá tras el despido.

Es esta actitud previsora que el amo alaba de su empleado. No la pillería, como decimos en Chile. Y aquí podemos encontrar la clave de la parábola. Desde esta se afirma Jesús para su enseñanza.

Él invita a sus discípulos, «los hijos de la luz», a que tengan una actitud semejante. En este caso, que sepan renunciar al dinero para amigarse con Dios (Mc 10,21).

Para Jesús el dinero es potencialmente un obstáculo para la fe: a mayor cantidad, más posibilidad de torcer el camino, porque se lo suele escoger, consciente o inconscientemente, por sobre el amor de Dios (Lc 16,15).

Es que se observa a simple vista, en su tiempo y en el nuestro, que «la avaricia es la raíz de todos los males» (1 Tim 6,10), tanto que el afán de acumular dinero divide a la humanidad en ricos y pobres, opresores y oprimidos. Todo esto imposibilita que el mundo sea una familia unida, hijos del mismo Padre, donde se fomente la fraternidad y la solidaridad, de tal manera que eviten el triste espectáculo de personas que mueren de hambre frente a otros que derrochan y desperdician bienes.


Se reafirmará esto último, cuando Lucas, en los versículos siguientes a los que se nos presentan para este día, narre la parábola del rico y el mendigo Lázaro (Lc 16,19-31).

La indicación sería, por lo tanto, que se pueda comprobar que «el que es fiel en lo poco», en el apego -o, más bien, el desapego- a eso tan superficial como son los bienes materiales y al influjo de la sociedad que nos hace preferirlo por sobre todo, «también es fiel en lo mucho», lo mayor para la vida en abundancia, que es el apego a las enseñanzas de amor y servicio de nuestro Señor, o la construcción del Reino, como le llamaba él.

 

Te pedimos, Señor, la sabiduría para saber procurarnos lo necesario para la vida y el bienestar, sin caer en el afán de obtener más que el pan nuestro de cada día, lo que nos provoca ceguera a las necesidades y dolores de los demás hermanos de humanidad, alejándonos de tu amor y enseñanzas. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, valorar en su justo mérito la necesidad de poseer dinero para las necesidades básicas, sin ser arrasados por la avaricia,

Miguel.

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