PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
24 de marzo de 2013
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
Lecturas:
Isaías 50, 4-7
/ Salmo 21, 8-9. 17-20.
23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? / Filipenses 2, 6-11
/ Pasión del Señor según san Lucas
22, 66; 23, 1-49
EVANGELIO (en la Procesión de Ramos)
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
19, 28-40
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos,
envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente
y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía.
Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo
desatan?", respondan: "El Señor lo necesita."»
Los enviados partieron y encontraron todo
como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron:
«¿Por qué lo desatan?»
Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita.»
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y,
poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente
extendía sus mantos sobre el camino.
Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del
monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a
alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:
«¡Bendito sea el Rey que viene
en nombre del Señor!
¡Paz en el cielo
y gloria en las alturas!»
Algunos fariseos que se encontraban entre la
multitud le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos.»
Pero él respondió:
«Les aseguro que si ellos callan, gritarán
las piedras.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Jesús entra en
Jerusalén con la dualidad de ser acogido con aclamaciones como «¡Bendito
sea el Rey que viene en nombre del Señor!», pero, a la vez, con
completa conciencia de que sus actitudes, su disposición a «reconfortar al fatigado con una palabra de aliento» (1L), como
una manera de repetir con el salmista: «Yo
anunciaré tu Nombre a mis hermanos» (Sal), porque pese a «que era de condición divina, no consideró
esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario,
se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (2L). Todo
esto, esa disponibilidad total, en nombre de Dios, sienten las autoridades, «es
un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos
resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por
caminos muy diferentes» (Sab
2,14-15), y esto será
castigado, por lo que deberá cumplir su misión hasta las últimas y trágicas
consecuencias. Pero, siendo consecuente con su prédica misericordiosa, orará en
la cruz: «Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen.» (Ev
P).
Comienza
la Semana Mayor de nuestra fe, y, una vez más, nos enfrentamos a mirar nuestras
creencias en contraposición con nuestras vivencias: ¿qué tendrán que ver los
múltiples ritos de estos días con la vida diaria compartida con los demás? O,
dicho de otra manera, ¿qué relación existe entre el gran mandamiento del amor y
las celebraciones religiosas en que participaremos?
Nuestra
Iglesia de Chile tiene una campaña, Cuaresma de Fraternidad, que busca a través
de alcancías para recolectar dinero que ayudan a distintas causas solidarias,
darle un sentido de preocupación por los demás a lo que suele correr el peligro
de quedarse en prácticas personalistas. Pero, si bien esto es muy útil, falta
bastante para ponernos en sintonía con el criterio de Dios: «yo quiero amor y
no sacrificios» (Os 6,6). O: «Este es el ayuno que yo amo -oráculo
del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en
libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el
hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no
despreocuparte de tu propia carne.» (Is 58,6-7)
Sería
adecuado, entonces, preguntarnos ¿en qué beneficia a nuestro crecimiento en la
solidaridad, la comprensión, la acogida, el apoyo, el perdón, hacer este
caminar de estos días para unirnos a los acontecimientos de la Pasión de Jesús?
Hay
una forma individualista de vivir la Semana Santa, llenándose el espíritu para
sí mismos y puede haber otra que sirva para fortalecer nuestra búsqueda del
Reino y su justicia (Mt 6,33), ¿cuál tendría más sentido a los ojos
del «Rey que viene en nombre del Señor»?.
Que
venga a nosotros tu Reino, Señor, para que éste se haga carne en nosotros, de
manera que esta Santa Semana que
comienza nos fortalezca para dar los frutos de justicia que necesita el mundo y
le dan sentido auténtico al sacrificio de Jesús. Así sea.
Buscando el
Reino de la Paz, el Amor y la Alegría y su Justicia, como frutos de esta Semana
Santa,
Miguel.
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