3 de abril de 2013
Miércoles de la Octava de Pascua
Lecturas:
Hechos 3, 1-10
/ Salmo 104, 1-4. 6-9 Alégrense, los que buscan al Señor
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 13-35
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a
un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo
Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo
reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»
Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en
Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»
«¿Qué cosa?», les preguntó.
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el
Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y
de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo
entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos
que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que
sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros
nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el
cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles,
asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y
encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de
entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No
era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su
gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les
interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban,
Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con
nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»
El entró y se quedó con ellos. Y estando a la
mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él
había desaparecido de su vista.
Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro
corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
En ese mismo momento, se pusieron en camino y
regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que
estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y
se apareció a Simón!»
Ellos, por su parte, contaron lo que les
había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Nuestra
fe en el que ahora es el Resucitado, pero antes fue «Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en
palabras» y pasó por nuestra tierra para enseñarnos a hacer de ésta un
mejor lugar, sólo sirve, sólo tiene sentido, si se manifiesta dándola, en su
nombre (1L), es decir, a la
manera de él: sanando, consolando, comprometiéndonos con sus causas… Hasta que
se haga realidad su sueño del Reino, el que les pertenece a los que están en
sintonía con los pobres y, si es necesario, deben sufrir por practicar la
justicia (cf Mt 5,3.10).
Eso
sería un gran signo para los demás de que Jesús sigue vivo. Porque, el caso
contrario, es
haber vivido la reciente Semana Santa como una más, seguir
rutinariamente la religión y no permitir que el acontecimiento de la Pascua
convierta nuestra existencia. O, usando imágenes del evangelio, es ir caminando
con el Señor a nuestro lado, explicándonos las Escrituras y partiendo para
nosotros el pan, pero sin que nos arda el corazón de tal manera de reconocerlo
y estar, por ello, entre los que invita el salmista: «alégrense los que buscan al Señor» (Sal).
¡Cuánto
quisiéramos, Señor, que nuestros ojos cansados y acostumbrados a lo diario, se
abran a la vista de tu acción en medio nuestro, reconociéndote, para luego regresar con energía sobre nuestros
pasos, antes desanimados, para anunciarte con alegría! Pon lo que nos falta
para lograrlo, Señor. Así sea.
Celebrando la
fuerza de la Paz, el Amor y la Alegría
con que se manifiesta la Resurrección,
Miguel.
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