sábado, 25 de mayo de 2013

El Reino es para los despreciados, los marginados, los “nadie”


25 de mayo de 2013
Sábado de la Séptima Semana del Tiempo Durante el Año

Lecturas:
Eclesiástico 17, 1-15 / Salmo 102, 13-18 ¡El amor del Señor permanece para siempre!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    10, 13-16
    Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
    Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.

MEDITACION
En 1924 la Liga de las Naciones aprueba una Declaración sobre los Derechos de los Niños, la que en 1959 se actualiza para la ONU, siendo recién en 1989 que se promulgó una Convención mucho más detallada acerca de los derechos de la infancia, firmada sólo por 58 países. Claro que hoy ya ha sido ratificada por 191 países: ha cambiado la situación.
Ni qué decir de la situación de ellos en tiempos de Jesús: no se los tomaba en cuenta para nada.
Por eso, era una afirmación muy fuerte que dijera: «el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos»: quiere decir que es para los despreciados, los marginados, los “nadie”.
Por eso, el cristianismo en sus principios fue la religión de los pobres y excluidos y es necesario devolverla a su origen, a lo que originalmente el Maestro quería de sus seguidores, ya que «él colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal» (1L), de tal manera que, siendo coherentes con ese querer, hagamos nuestro aporte para que la humanidad sepa que «el amor del Señor permanece para siempre, y su justicia llega hasta los hijos y los nietos de los que lo temen y observan su Alianza» (Sal).

Impón tus manos sobre nosotros, también, Señor, para que nos infundas la fuerza, la habilidad y la capacidad para cambiar lo que sea necesario en nuestra vida y en la vida de nuestra Iglesia, de manera de acercarla a tu querer: que seamos más humildes y más pobres. Así sea.

Llenos del Espíritu Santo, a construir el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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