3 de mayo de 2013
EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Lecturas:
Apocalipsis 5,
11-14 / Salmo 77, 1-2. 34-38 Dios
era su Roca, y el Altísimo, su libertador / Filipenses 2, 6-11
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 13-17
Jesús le dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al
cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el
cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el
desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su
Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Moisés,
como leemos en el Antiguo Testamento (Num 21,9), construye una
serpiente de bronce para que el pueblo, con solo mirarla en lo alto, tuviese un
antídoto contra las mordeduras de esos reptiles.
Jesús
ve una similitud con la cruz, cuando «el
Hijo del hombre sea levantado en alto», culminación de su vida entregada
hasta el extremo, al servicio de sus hermanos, «para que el mundo se salve por él», porque «Dios era su Roca, y el Altísimo, su libertador» (Sal).
Recordaba
el Papa: “En su misión terrena, Jesús […] trajo la misericordia y el perdón de
Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza; trajo para todos la presencia
de Dios que se interesa por cada hombre y por cada mujer […] Jesús entra en
Jerusalén para dar el último paso, en el que resume toda su existencia: se dona
totalmente, no se queda nada, ni siquiera la vida […] la lógica de la Cruz, no
es ante todo aquella del dolor y de la muerte, sino la del amor y del don de sí
que trae vida” (Audiencia General 27 de marzo de 2013).
Esa
imagen, ver al Hijo de Dios que «se humilló
hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz» (2L), porque el
también llamado Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir (Mt
20,28),
hará que los que crean en él, en su estilo de vida, tengan y a la vez sean el
antídoto contra esa muerte del alma que es el egoísmo.
«Al que está sentado
sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de
los siglos»
(1L)
Con el mandato
de entregar Paz, Amor y Alegría a cada ser humano,
Miguel.
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