jueves, 16 de mayo de 2013

Para que el mundo celebre el amor del Padre, en su Hijo Jesús, por medio del Espíritu Santo


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
19 de mayo de 2013
PENTECOSTES

Lecturas:
Hechos 2, 1-11 / Salmo 103, 1. 24. 29-31. 34 Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra / I Corintios 12, 3-7. 12-13

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    20, 19-23
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Sólo cuando estamos «todos reunidos en el mismo lugar» (1L), es decir, en comunidad, es cuando «el Espíritu se manifiesta para el bien común» (2L), y acontece que, en palabras de Jesús: «Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» (Ev). ¿A qué nos envía? a transmitir los regalos del Reino: misericordia y paz.  De esa manera, con la fuerza del Espíritu, la comunidad cristiana «renueva la faz de la tierra» (Sal).
La gran Promesa del Espíritu está presente desde tiempos muy antiguos: reposará sobre el Mesías (Is 11,1-9); «para que lleve el derecho a las naciones» (Is 42,1); de manera que pueda «llevar la buena noticia a los pobres […] vendar los corazones heridos, […] proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros,[…] consolar a todos los que están de duelo, […] cambiar su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza» (Is 61,1-3). Y también permitirá que las leyes de Dios que conducen al amor, se hagan realidad en la vida de los hombres y mujeres (cf. Ez 36,27).
Decíamos el Domingo anterior que es para construir el Reino que somos revestidos por la fuerza que viene de lo alto. Y, si recordamos que el Reino de Dios es cuestión de «justicia, de paz y de gozo en el Espíritu Santo» (Rom 14,17), a eso debemos abocar nuestra vida de fe, en obediencia amorosa de nuestro Maestro: a construir y crear relaciones justas; a poner paz en los muchos lugares donde ésta hace falta; y a regalar la alegría de los portadores de la Buena Noticia del amor de Dios derramado en nuestros corazones, para que, desde nosotros, pueda llegar a toda la humanidad.
En este evangelio, es el Resucitado quien da el Espíritu y la misión a los discípulos, a los representantes de todos los que, por su palabra, van a creer en él. Y se los da para que les consagre como lo consagró a Él y sean enviados como Él fue enviado a trabajar por ese Reino.
Desde el acontecimiento de Pentecostés, el Espíritu Santo será una presencia dinámica y visible en la vida y la misión de la comunidad cristiana, para el mundo. Y, para que esa misión no termine cuando ellos no estén, con ese mismo poder, irán transmitiendo su fuerza  evangelizadora hasta llegar a nosotros y mucho después, para que el mundo celebre el amor del Padre, en su Hijo Jesús, por medio del Espíritu Santo.

Danos siempre el fuego de tu Santo Espíritu, que ilumine nuestras mentes y despierte entre nosotros el deseo de contemplarte, el amor a los hermanos, sobre todo a los afligidos, y el ardor por anunciarte al inicio de este siglo. (Papa Benedicto XVI. Oración por la V Conferencia General de Aparecida)

Llenos del Espíritu Santo, a construir el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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