miércoles, 22 de febrero de 2017

¿Dónde está Dios?



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Febrero de 2017
Domingo de la Octava Semana Durante el Año

Lecturas:
Isaías 49, 14-15 / Salmo 61, 2-3. 6-9 Sólo en Dios descansa mi alma / I Corintios 4, 1-5

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    6, 24-34
    Dijo Jesús a sus discípulos:
    Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
    Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
    Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
    ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
    No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?» Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
    Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
El salmista nos invita: «Confíen en Dios constantemente, ustedes, que son su pueblo» (Sal). De esa manera, podríamos vivir en paz y alegría sirviendo (construyendo la justicia del Reino), ya que sabríamos que nada ni nadie nos puede afectar, debido a que creeríamos que únicamente «mi juez es el Señor» (2L), teniendo además la certeza que Él es un juez misericordioso, porque nos ama tanto que, por boca del profeta, exclama estas consoladoras palabras: «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!» (1L). Entonces, como «el Padre que está en el cielo sabe bien» (Ev) nuestras necesidades, podemos confiar en que las proveerá con la generosidad que sólo Dios es capaz.
Cuando ocurre una desgracia, siempre sucede que alguien dice: ¿dónde estaba Dios en ese momento?. Y más de uno se plantea cada cierto tiempo: “si Dios es tan bueno, ¿por qué hay niños mendigando en la calle?” O ¿por qué las guerras, el sufrimiento y el padecer de tantos? ¿dónde está Dios cuando se lo necesita?
En fin, por motivos desconocidos, resulta que cualquier desgracia hace volver la vista a Él, aún por aquellos que dicen no creer en su existencia.
Está bien la duda para quienes no saben y no creen, pero ¿qué podríamos decir nosotros que sabemos que somos sus hijos y creemos en su amor? Debiésemos preguntarnos: ¿dónde estamos los cristianos que no ayudamos a superar esos dolores de sus otros hijos, nuestros hermanos?
Sobre todo, teniendo presente que todos aquellos males de la humanidad son consecuencia del amor al dinero (cf 1 Tim 6,10), es decir, de la acción de personas que adoran al dios inhumano del bienestar propio por sobre los demás, hasta llegar, a veces, a aplastarlos.
Recordemos que la semana anterior se nos decía que el Padre de todos «hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45), generosa e inclusivamente.
Este día Jesús quiere reforzar nuestra fe-confianza en la misericordia y el amor de Dios por nosotros, diciéndonos: «Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!», agregando la exhortación a no inquietarse por cosas como el «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos? [ya que] El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan»

Por lo tanto, podemos decir que, teniendo presente cómo marcha el mundo, cada día se está poniendo a prueba nuestra fe en Él.
Cuando vemos el mal haciendo sufrir, ¿qué hacemos? ¿Vamos detrás del (ponemos como prioridad al) dios Dinero, contra todo y contra todos?; o, por el contrario, ¿buscamos «primero el Reino y su justicia»: amando y sirviendo a nuestros hermanos de humanidad, como respuesta a su tremendo amor?
La generalización de esta última actitud permitiría que otros puedan descubrir finalmente dónde es que está Dios cuando cualquier ser humano sufre: su misericordia puede ser encontrada ahí, actuando por medio de nosotros.

Que nos podamos llenar de la gratitud alegre de sabernos hijos amados del Padre, Señor, para luego, como hacías tú, desbordarla en amor por nuestros hermanos de humanidad. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, crecer en la confianza hacia Dios, su amor y su providencia misericordiosa, para crecer también en cariño hacia sus hijos, nuestros hermanos,
Miguel

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