miércoles, 1 de marzo de 2017

No hay obras de bien sin tentaciones



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
5 de Marzo de 2017
Domingo de la Primera Semana de Cuaresma

Lecturas:
Génesis 2, 7-9; 3, 1-7 / Salmo 50, 3-6. 12-14. 17 ¡Ten piedad, Señor, pecamos contra ti! / Romanos 5, 12-19

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    4, 1-11
    Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.»
    Jesús le respondió: «Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"».
    Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"».
    Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"».
    El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme.»
    Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, Dios, y a Él solo rendirás culto"».
    Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Siempre hemos sido, somos y seremos tentados (1L y Ev), pero no por un ente, sino por nuestro egoísmo en lo personal y por su manifestación social que es el individualismo, a los cuales podemos darle el nombre de “demonio”. Ante eso, debemos orar permanentemente: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Sal), para que sea posible que sigamos recibiendo los frutos del hecho que «la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos» (2L).
El evangelio de este día nos narra una situación que está antes del comienzo del ministerio humanizador y misericordioso de Jesús, el cual llevó a cabo de tal manera que cuando Pedro, posteriormente, quiso resumirlo, lo hizo afirmando: «Él pasó haciendo el bien» (Hch 10,38). Y eso a todos y cada uno de quienes se acercaron a su corazón compasivo. Esto fue así porque era su forma de entender cómo se hace presente en medio de nosotros el Reino de Dios (cf Lc 17,21).
El Nazareno, pues, se tomó un tiempo, «cuarenta días con sus cuarenta noches», para meditar en oración, guiado por el Espíritu, para poder descubrir cuáles serían los alcances y consecuencias de la tarea que entendía que el Padre le encomendaba.
Es posible que ahí tomase conciencia de que Dios no se dedica a hacernos fáciles las cosas, porque en ese caso, ¿qué mérito habría en dedicarse a intentar vivir de acuerdo a su Palabra? Todos amarían y servirían, pero automáticamente. Y eso dejaría de ser amor y servicio realmente.
En su retiro en el desierto comprendió que, por muy hijo de Dios que fuese, este camino conllevaría momentos de dificultad: que tendría que renunciar a muchas cosas, por lo que pasaría necesidades y hasta hambre. ¿Qué haría en esas circunstancias?; que, si quería ser fiel a su misión, probablemente, le tocaría pasar por situaciones peligrosas (no sería necesario buscarlas; llegarían solas). ¿Cómo actuaría entonces?; y que hasta podría equivocarse, corriendo el riesgo de perder la brújula, adorando al dios equivocado ¿Cómo prevenir y afrontar esos casos?…
Pues bien, como cada uno de nosotros sabe, en cada ocasión en que queremos acometer alguna obra de bien, especialmente si ésta nos demandará esfuerzo y sacrificio, nos asaltan las dudas y las tentaciones: “si no lo hago, puede que nadie se dé cuenta…”; “no es mi obligación, no me pagan por esto…”; “no soy el único acá, ¿por qué no lo hacen ellos?”
Aquellas fueron (y siguieron siendo) algunas de las tentaciones de Jesús, pero cada quien (y cada comunidad) debe descubrir las que se le van presentando cotidianamente, si realmente quiere ser fiel a su Maestro.

Un criterio: son todas aquellas que pretenden impedir que busquemos «primero el Reino y su justicia» (Mt 6,33).
Y ojo: algo que nos recuerda este pasaje del evangelio es que la tentación puede usar (o abusar) de la propia Biblia. Sin embargo, en ella misma, en la «palabra que sale de la boca de Dios», podemos encontrar, de preferencia en comunidad y en oración, la guía necesaria para vencer estas pruebas, tal como Jesús, con el auxilio del Espíritu Santo, ya que «nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Cor 2,11)

Que sepamos estar alertas ante las tentaciones que el mundo y sus poderes intentarán ponernos en el camino cuando queramos servir a los necesitados, tal como hicieron contigo, Señor. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, ser fuertes ante las pruebas que van poniendo los enemigos de la Vida digna y en abundancia que nos invita a construir el Señor,
Miguel

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