miércoles, 10 de julio de 2024

La necesaria prédica llena de misericordia y de confianza en Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

14 de Julio de 2024                                                  

Domingo de la Décimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 7, 12-15 / Salmo 84, 9-14 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación / Efesios 1, 3-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     6, 7-13


    Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
    Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.
    Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
    Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor no quiere profesionales de la Palabra, sino gente como tú y yo. Amós, por ejemplo, lo recuerda así: «(Él) me sacó de detrás del rebaño y me dijo: "Ve a profetizar a mi pueblo"» (1L). Y, tal como él, todos «los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella» (2L) debiésemos sentirnos enviados con el poder de Jesús (Ev) a anunciar la Buena Noticia de que «El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos» (Sal). El mundo necesita saber esto y nosotros necesitamos saber expresarlo.

Con un poco de luz del Vaticano Segundo.

Recientemente, la Iglesia Católica excomulgó (expulsó) a un obispo que, en sus permanentes declaraciones, manifiesta no estar en comunión con el Papa (a quien ha calificado con epítetos ofensivos) ni con el resto de la comunidad que profesa esa fe.

Un ejemplo de esto último es su cuestionamiento y fustigamiento al Concilio Vaticano II, fundamental acontecimiento que a mediados del siglo pasado renovó una institución que había ido acumulando prácticas que la tenían fijada en un tiempo que no dialogaba bien con la sociedad de su momento. Su intención era retrotraer a la Iglesia a lo que se hacía antes de lo resuelto en este importante encuentro de obispos de todo el mundo.

Recordar este evento merece un mayor espacio, pero nos ayudará este ataque, además de nuestro olvido acerca de esto (un sacerdote comentaba hace poco con cierta tristeza y frustración que él y otro compañero bastante mayor eran los únicos que en su congregación aún lo recordaban) para meditar este día.

Como sabemos, suele surgir en los ambientes de las iglesias el cuestionamiento acerca de la diferencia que existe entre los primeros discípulos y sus frutos versus lo que conseguimos en la actualidad.

El evangelio de este día enseña que aquellos «expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban», lo que, con mucha razón, sentimos como algo muy lejano a lo que somos capaces de lograr hoy.

Probablemente esto se deba a que, generalmente, a quienes nos decimos cristianos en estos tiempos nos faltan dos características imprescindibles:

1. Dedicarnos a «predicar el arrepentimiento», pero desde una posición misericordiosa, como hacía y enseñaba Jesús: «“Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”» (Jn 8,10-11). Es decir, no como jueces que determinan lo que es bueno y malo. Esto último nos sale más fácil, pero es sumamente ineficiente, debido a que olvidamos que sólo somos pecadores criticando los pecados de otros (Lc 6,37). Los destinatarios de nuestra prédica, por su parte, sí lo tienen muy claro, por lo que, comprensiblemente, pierden cualquier interés en lo que salga de nuestros inconsecuentes labios. Esto era muy propio de la mentalidad anterior al Concilio.

2. Confiar en Quien es el que envía. Porque habitualmente, pese a lo que decimos y hasta oramos, parecemos olvidar que Dios es Todopoderoso, por lo que buscamos por todos los medios apoyar nuestra misión, más bien, en recursos materiales. Jesús, en cambio, invita a la precariedad, ya que, como se nos relata: «les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica». Resaltando su propio ejemplo al respecto, porque como dice en otra ocasión, sobre sí mismo, «el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lc 9,58). La actitud contraria a esta enseñanza, significativamente, es muy reiterada entre quienes no gustan de lo que dejó el Concilio.

El impulsor del Vaticano Segundo, el Papa Juan XXIII dijo en la inauguración: “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo [la Iglesia] prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad… quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella”. Es decir, buscando predicar el necesario arrepentimiento a la manera del Señor.

Por su parte, en uno de los documentos emanados de la instancia se destaca a María así: “ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de Él la salvación” (Lumen Gentium 55). Es decir, resaltando esa confianza que es necesaria para que se muestre el tierno poder de Dios.


Hay bastantes más riquezas, por cierto, en el Vaticano II, las cuales pueden ayudarnos a revisar e iluminar nuestra vida de fe en el tiempo presente, pese al paso de las décadas, teniendo presente que son muchos más los siglos desde el comienzo del cristianismo hasta el Concilio. Ojalá, por el bien de la Iglesia y del mundo, no lleguen a tener poder aquellos que quieren devolverse a prácticas muy superadas y los católicos actuales hicieran el intento de conectar con ese brillante momento de su historia. Así, podrán encontrar mejores herramientas para una coherente vivencia de las enseñanzas de Jesús.

 

Que sepamos revisar y corregir lo que sea necesario para adecuar nuestro actuar al sentido de tus enseñanzas, Señor. Ayúdanos a transmitir tu mensaje misericordioso, confiando en que los medios los pondrá Dios, por lo que no debemos depender excesivamente de las seguridades materiales. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, dedicar más y mejores esfuerzos a predicar el necesario arrepentimiento, a la vez de ayudar a sanar a nuestros hermanos,

Miguel.

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