PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
11 de Agosto de 2024
Domingo de la Décimo Novena Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
I Reyes 19, 1-8 / Salmo 33, 2-9 ¡Gusten y vean que bueno es el Señor! / Efesios 4, 30—5, 2
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41-51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: "Yo he bajado del cielo?"»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No
murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
"Todos serán instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza,
viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Esto es necesario «que lo oigan los humildes y se alegren» (Sal), porque «todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza» (Ev) se atreve a seguir a Jesús de la siguiente manera: «sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo» (2L). Para tener la energía suficiente para lograrlo, se nos invita: «¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!» (1L), confiando en que ese necesario alimento lo provee el mismo Señor.
El pan que alimenta la confianza en Dios.
Hay una palabra en este texto a la que no prestamos mucha atención, porque no significa mucho para nosotros: «los judíos murmuraban de Jesús» y su reacción: «no murmuren entre ustedes». Este término en la Biblia apunta a quejarse sin fe, gruñendo en quejas directas o indirectas, que declaran que Dios no es lo suficientemente bueno, fiel, amoroso, sabio, poderoso, o incluso competente.
Podemos ver que, después de la espectacular liberación de la esclavitud de Egipto, ya estando «en el desierto, los israelitas comenzaron a protestar (murmurar, en otras traducciones) contra Moisés y Aarón. “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea”» (Ex 16,2), esto debido a la dureza de la travesía, por lo que se reitera que «el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: “¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?”» (Ex 17,3).
«Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón: “¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a seguir protestando contra mí? Ya escuché las incesantes protestas de los israelitas”» (Nm 14,27).
Los murmuradores son, entonces, aquellos que, en vez de valorar el bien (la libertad) que Dios les hizo, protestan por las consecuencias negativas que esta les traía.
Algo semejante están haciendo los adversarios de Jesús, ya que, en vez de tratar de comprender y alegrarse de que Jesús se hiciese «pan bajado del cielo», fuente nutricia del amor de Dios, que libera de las hambres más profundas de la humanidad, se fijan en quien creen conocer demasiado bien como para que les provea algo así de demasiado bueno.
La pregunta es si nosotros actuamos diferente a eso: si somos capaces de valorar lo mucho que el Padre bueno nos regala, partiendo por la liberación de la ignorancia, los temores, las angustias, creyendo que Dios puede y confiando en que quiere lo mejor para nosotros (Mt 6,26-30).
¿O seremos, en cambio, murmuradores desconfiados, protestantes con amargura por lo que sentimos que nos falta o creemos que nos merecemos?
Escuchemos a Pablo: «No provoquemos al Señor, como hicieron algunos de ellos […] No nos rebelemos contra Dios» (1 Cor 10,9-10).
«Procedan en todo sin murmuraciones ni discusiones: así serán irreprochables y puros, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación extraviada y pervertida, dentro de la cual ustedes brillan como haces de luz en el mundo» (Flp 2,14-15).
Señor, Tú sabes mejor que nadie que en nuestros espíritus existe un fuerte anhelo por creer, pero también conoces de nosotros que nos falla mucho la confianza. Concédenos, poder crecer en fe y confianza, de tal manera que nos alimentemos del Pan de tu palabra y de tu acción para dar frutos concretos y eficaces del Reino. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, confiar, cada vez más y cada vez mejor en el Único confiable, el que nunca falla, ni fallará,
Miguel.
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