8 de enero de 2013
Lecturas:
I Juan 4, 7-10
/ Salmo 71, 1-4. 7-8 ¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 34-44
Al desembarcar, Jesús vio una gran
muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y
estuvo enseñándoles largo rato.
Como se había hecho tarde, sus discípulos se
acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide
a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para
comer.»
El respondió: «Denles de comer ustedes
mismos.»
Ellos le dijeron: «Habría que comprar pan por
valor de doscientos denarios para dar de comer a todos.»
Jesús preguntó: «¿Cuántos panes tienen
ustedes? Vayan a ver.»
Después de averiguarlo, dijeron: «Cinco panes
y dos pescados.»
El les ordenó que hicieran sentar a todos en
grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de
cincuenta.
Entonces él tomó los cinco panes y los dos
pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los
panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También
repartió los dos pescados entre la gente.
Todos comieron hasta saciarse, y se
recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los
que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra del Señor.
MEDITACION
En poco más de un mes, el comercio
proclamará que es el “día del amor”. Claro que lo que ellos entienden por esa
palabra –lo dicen sus pergaminos, tarjetas, canciones, películas, etc.- es más
o menos, “doy para que me des”.
Nosotros tenemos la bendición de conocer
«un camino más perfecto todavía» (1 Co 12,31): el del amor absolutamente gratuito de Dios, tanto que «la prueba de que
Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rm 5,8).
Por eso a Él se le puede pedir: «concede tu justicia al rey para que gobierne
a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud; que él defienda a los
humildes del pueblo, socorra a los hijos de los pobres. Que en sus días
florezca la justicia y abunde la paz» (Sal), en la confianza de que
lo otorgará; y, como Jesús «es la Imagen del Dios invisible» (Col 1,15) se nos muestra compasivo con las necesidades del alma y las materiales de
su pueblo (Ev).
Y no sólo eso: Él espera que nos amemos «los unos a los otros, porque el amor
procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama
no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (2L).
Nuestro camino es el amor, a Tu imagen y
semejanza, Señor. Enséñanos a despojarnos de las trabas que nos impiden ser
fieles a tu proyecto para nosotros, porque «si no tengo amor, no soy nada» (1 Co 13,2). Así sea.
Tratando de
estar atentos a las distintas manifestaciones de tu Paz, tu Amor y tu Alegría
para nosotros,
Miguel.
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