18 de enero de 2013
Viernes de la Primera Semana
Durante el Año
Lecturas:
Hebreos 4, 1-5.
11 / Salmo 77, 3-4. 6-8 ¡No
olvidemos las proezas del Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 2, 1-12
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la
casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la
puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le
trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no
podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el
lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el
paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus
pecados te son perdonados.»
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué
está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los
pecados, sino sólo Dios?»
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están
pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son
perdonados", o "Levántate, toma tu camilla y camina?" Para que
ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar
los pecados, dijo al paralítico: yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa.»
El
se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente
quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Decía el teólogo Leonardo Boff que Jesús
era “un hombre de extraordinario buen sentido y sana razón” (Jesucristo
Libertador). Esa es una lúcida observación acerca
de una de las características menos exploradas y, tal vez para nuestro tiempo, de
las más relevantes.
Acá la evidencia una vez más. «¿Qué es más fácil decir al paralítico?».
La respuesta era de una obviedad apabullante. Y dejaba en evidencia que estos
autoconsiderados “sabios” lo eran muy poco en lo más importante y, peor aún, en
lo que se consideraba su área específica de conocimiento: Dios mismo.
Y es que el Maestro estaba consciente de palabras de la Escritura como: «hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su
tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está paga» (Is 40,2). Esto deberían conocerlo los escribas, «pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se
unieron por la fe a aquellos que la aceptaron» (1L). Jesús, por su parte, sabía que el Padre lo enviaba a otorgar su perdón
a manos llenas. Y, por tanto, cumplía su voluntad.
Si hemos vivido con los ojos abiertos,
debiésemos haber visto y sentido esto en nosotros mismos, una y muchas veces, por
lo que podríamos decir también que «lo
que hemos oído y aprendido, lo que nos contaron nuestros padres, lo narraremos
a la próxima generación: son las glorias del Señor y su poder» (Sal).
Estás a la espera, Señor, de que nos
atrevamos a testimoniar tu perdón y tu amor, para que, conociéndote, más te
amen y más sean felices. Auxilia nuestra falta de fe y caridad, Señor. Así sea.
Motivados a
responder al regalo de tu bautismo con Paz, Amor y Alegría para los hermanos,
Miguel.
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