21 de enero de 2013
Lunes de la Segunda Semana
Durante el Año
Lecturas:
Hebreos 5, 1-10
/ Salmo 109, 1- 4 ¡Tú eres
sacerdote para siempre!
EVANGELIO
Un
día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a
Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan
y los discípulos de los fariseos?»
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando
el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al
esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces
ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo,
porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y
ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Este reciente Domingo, el Señor nos
mostraba que deseaba llenar nuestra vida del vino nuevo de la alegría. Nos quería,
decíamos, felices. Pero el requisito para que este vino fresco fuese bien
acogido, o para no «reventar los odres»,
es hacer de nuestras formas de vida vasijas nuevas, en otras palabras:
convertirnos o “renacer de lo alto” (Jn 3,3).
Volviendo a la meditación de ese día,
decíamos: “la alegría buena no ocurre olvidando los problemas de los demás,
sino cuando todos juntos estamos felices. Mejor aún: el gozo es mayor si se
contribuye a la felicidad de los demás”.
Siguiendo esa línea podemos entender que
necesitamos convertirnos del estilo de vida consumista, egoísta y exitista que
nos inculca “el sistema”; estilo viejo y entristecedor, que ha demostrado
aumentar las depresiones.
Y convertirnos a lo que se parece más a
lo que se origina en lo alto, en el amor de Dios: a una existencia orientada a trabajar
para vivir y no vivir para trabajar…y para pagar; a mirar al otro como mi
hermano, no como mi competidor; a encontrar la realización solidariamente, para
vivirla junto a otros y no a pesar de otros, lo que será «un cielo nuevo y una
tierra nueva donde habitará la justicia» (2 Pe 3,13), porque correrá por nuestras venas el vino nuevo de la vida en
abundancia que Dios soñó para nosotros desde el comienzo.
De esa manera «llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen»
(1L).
«Tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros
somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero» (Is 64,7), por eso te pedimos
que nos reconstruyas una y otra vez, tantas como sea necesario, hasta que
logremos la vida plena en ti. Así sea.
Llenando las
vasijas de nuestros hermanos del Vino Nuevo de la Paz, el Amor y, en
consecuencia, la Alegría,
Miguel.
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