jueves, 21 de febrero de 2013

Es momento de preguntarnos qué estamos pidiendo y cómo



21 de febrero de 2013
Jueves de la Primera Semana de Cuaresma

Lecturas:
Ester 4, 12. 14-16. 23-25 / Salmo 137, 1-3. 7-8 ¡Me respondiste cada vez que te invoqué, Señor!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    7, 7-12
Jesús dijo a sus discípulos:
«Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Jesús tenía la experiencia de poder decir: «Me respondiste cada vez que te invoqué, Señor» (Sal), por eso nos invita a que nosotros también pidamos, busquemos y llamemos, confiando en que «el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan».
Entonces, esta puede ser la respuesta para aquellos que dicen que Dios no los escucha: hay que pedirle cosas buenas.
Por cierto es muy difícil que alguien ore para que se muera su enemigo, porque comprendemos que eso lo reprobaría Él. Pero muchas veces, como decíamos ayer, pedimos influidos por el demonio individualista y egoísta, tratando a Dios como un “cajero automático de milagros”. Sin embargo, Él no entrega cualquier cosa, sino sólo lo que es bueno o hace bien a nuestro espíritu personal y colectivo, ya que todos somos sus hijos.
Por lo tanto, si nos parece que oramos y no sacamos provecho, es momento de preguntarnos qué estamos pidiendo y cómo. Y si no será necesario que nos convirtamos también en esto, para entender mejor el corazón del Padre; ponernos en sintonía con él; pedir de acuerdo a eso; y encontrar la alegría de lograr una más perfecta comunión con Dios.

«¡Señor mío, nuestro Rey, tú eres el Único!» (1L), no hay otro como tú. Y, como Padre que eres, esperas de nosotros, tus hijos que también lo seamos, siendo buenos, dando lo mejor. Ayúdanos a lograrlo, Señor. Amén.

Tratando de vencer las pruebas que intentan alejarnos del Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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