miércoles, 20 de febrero de 2013

Reconocer y agradecer los signos de la presencia y acción constante de Dios



20 de febrero de 2013
Miércoles de la Primera Semana de Cuaresma

Lecturas:
Jonás 3, 1-10 / Salmo 50, 3-4. 12-13. 18-19 ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas    11, 29-32
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
¿Ya miraste esta mañana el sol que anuncia que la vida renace? ¿Te has detenido a mirar el juego, la risa y el canto alegre de los niños? ¿Has dedicado unos minutos a mirar la inmensidad del cielo que no alcanzamos a abarcar y la infinidad de astros que lo adornan? ¿Te has fijado que a tu lado caminan, trabajan y viven muchos seres, todos únicos en su maravillosa diversidad y que cada uno es un tesoro por descubrir?
Esos signos de la presencia y acción constante de Dios en nuestro mundo, suelen ser ignorados en nuestro rutinario ir y venir de nuestras ocupaciones, siempre tan demandantes.
El Padre Dios le ha dicho a la naturaleza, refiriéndose a cada uno de nosotros: «anúnciale el mensaje que yo te indicaré» (1L) y ahí está, prístino: Yo les amo; yo te amo.
Pero nosotros, muchas veces caemos en la tentación de exigirle signos según nuestro agrado y conveniencia (salud, dinero y amor, como expresa el dicho, por ejemplo), sin darnos por satisfechos con aquellos y muchos más que gratuitamente nos da y expresan su voluntad, la que, a la larga, siempre demuestra ser más fecunda y plenificadora para nuestras vidas que nuestras pobres solicitudes materiales.

«Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Sal), para que sepa reconocer tus infinitos signos de amor y luego manifieste gratitud por cada uno de ellos. Así sea.

Tratando de vencer las pruebas que intentan alejarnos del Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.

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