26 de febrero de 2013
Martes de la Segunda Semana de Cuaresma
Lecturas:
Isaías 1, 10.
16-20 / Salmo 49, 8-9. 16-17. 21. 23 Al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
23, 1-12
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
«Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de
Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen
por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen
sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni
siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las
filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros
puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser
saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar
"maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son
hermanos. A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino
uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores",
porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga
servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se
humilla será ensalzado.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Cuando el Padre Dios este pasado Domingo
nos presentaba a su Hijo, no nos dijo: “órenle” o “adórenlo” o “háganle
sacrificios”, sino que había que escucharlo. Y, por cierto, evitando que su
palabra nos entrara por un oído y nos saliera por el otro…
Meditábamos ese día que su Palabra nos
lleva a vivir el amor al prójimo, en línea con una tradición que viene de los
profetas: «¡Cesen de hacer el mal,
aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan
justicia al huérfano, defiendan a la viuda!» (1L)… porque todas
nuestras ceremonias y devociones, si están desconectadas de la caridad activa,
en especial a los más desamparados (el oprimido, el huérfano, la viuda de esa
época son hoy el trabajador sobreexplotado, el anciano o el niño abandonado,
las mujeres que deben mantener un hogar sin pareja, con hijos y sueldo escaso,
entre muchos otros), nos harían acreedores al justo cuestionamiento de Dios: «¿Cómo te atreves a pregonar mis
mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca, tú, que aborreces toda
enseñanza y te despreocupas de mis palabras?» (Sal).
Que no nos suceda como con la sentencia
del Señor sobre las autoridades religiosas de su tiempo: «hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus
obras, porque no hacen lo que dicen»…
Líbranos, Señor, del mal de no conectar
tu Palabra recibida con tu ejemplo vivido en nosotros mismos; de orar mucho más
que de amar y, lo que es peor, de hacer contradictorias ambas acciones.
Auxílianos en nuestra debilidad de carácter, Señor. Así sea.
Intentando
proclamar con la vida la fe en Dios y en su Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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