He aquí que Jesús ha
tomado de la mano a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los ha llevado al monte./ Él
los conduce suavemente mientras que en círculos celosos, susurrantes preguntan
quién es Aquel que se aleja con el gesto del que regresa;// mientras el humo de
las murmuraciones los va agrupando en círculos ya lívidos, ya purpúreos, que
van a morir en la espalda de los hijos de Zebedeo;// el aire se deja atravesar
gozosamente por el pecho delicado de Jesús, por su paso urgido de tan dulce
modo por el llamado inaudito del Padre.// he aquí que ya Él no es más un
maestro dorado en la luminosa tristeza de las palabras;// por primera vez
ejercita un acto que le es totalmente propio;// pero entonces ha visto a Pedro
y a Jacobo y a Juan tan pequeños y pobres, y los ha llevado al Monte.//
En el
Monte su cuerpo no resiste a Aquel que nunca supo pensar nada que no pudieran
compartir su pecho o sus dos manos;// oh, difícilmente podríamos comprenderlo,
Él se ha vuelto totalmente exterior como la luz;// como la luz Él ha rehusado
la intimidad y se ha echado totalmente fuera de sí mismo;// mas no como el que
huye sino como el que regresa, Él se queda con su parte como el que divide un
pan;// como la luz Él recuerda la fuente que mana en lo escondido y ocupa la
extensión justa de su nombre;// mas no como el que se olvida sino como el que
recuerda, o el que sirve una cena sencilla;//como la luz se devuelve a los ojos
inmensamente abiertos de Pedro, atónitos de Jacobo y cerrados de Juan;// y
Pedro ve a Moisés, y Jacobo ve a Elías, y Juan ha visto a Cristo.// Para ellos
se ha tornado un objeto de contemplación, como un astro puro en la mirada del
Padre://se ha ofrecido totalmente para ser contemplado en la luz como después
se ofrecerá para las entrañas absortas del pecado en el Calvario;//como la Luz
ha olvidado sus deseos y lentamente penetra el cuerpo real de su pensamiento
secreto// Mientras a Pedro le tiemblan los cabellos contados, el ojo justo e
injusto, la mejilla mosaica;// y Jacobo tiembla por la muchedumbre de pecados
de su pueblo como por algo en nada distinto a su memoria o su esperanza,// Juan
siente pena de Dios por su Alegría indecible y quisiera en este instante
poderlo recostar contra su pecho; mas tiembla.// Ahora ya no es sol que nos
alumbra y se oculta cegadoramente, sino que la Luz por vez primera como nube
los cubre y se revela en su gloria;// pero Jesús la corrige suavemente porque
ha vuelto a sentir lástima de su privilegio de heridas;// y porque la Luz
podría anonadar los semblantes amados de sus discípulos que esperan;//de modo
que cuando Jesús modera el rayo de luz viva y el Horno subidísimo de su dicha
para decirles «no temáis»,// ellos sienten que dentro de su corazón alguien los
ha llamado misteriosamente por su nombre…
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