domingo, 24 de febrero de 2013

TRANSFIGURACION DE JESÚS EN EL MONTE



He aquí que Jesús ha tomado de la mano a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los ha llevado al monte./ Él los conduce suavemente mientras que en círculos celosos, susurrantes preguntan quién es Aquel que se aleja con el gesto del que regresa;// mientras el humo de las murmuraciones los va agrupando en círculos ya lívidos, ya purpúreos, que van a morir en la espalda de los hijos de Zebedeo;// el aire se deja atravesar gozosamente por el pecho delicado de Jesús, por su paso urgido de tan dulce modo por el llamado inaudito del Padre.// he aquí que ya Él no es más un maestro dorado en la luminosa tristeza de las palabras;// por primera vez ejercita un acto que le es totalmente propio;// pero entonces ha visto a Pedro y a Jacobo y a Juan tan pequeños y pobres, y los ha llevado al Monte.// 
En el Monte su cuerpo no resiste a Aquel que nunca supo pensar nada que no pudieran compartir su pecho o sus dos manos;// oh, difícilmente podríamos comprenderlo, Él se ha vuelto totalmente exterior como la luz;// como la luz Él ha rehusado la intimidad y se ha echado totalmente fuera de sí mismo;// mas no como el que huye sino como el que regresa, Él se queda con su parte como el que divide un pan;// como la luz Él recuerda la fuente que mana en lo escondido y ocupa la extensión justa de su nombre;// mas no como el que se olvida sino como el que recuerda, o el que sirve una cena sencilla;//como la luz se devuelve a los ojos inmensamente abiertos de Pedro, atónitos de Jacobo y cerrados de Juan;// y Pedro ve a Moisés, y Jacobo ve a Elías, y Juan ha visto a Cristo.// Para ellos se ha tornado un objeto de contemplación, como un astro puro en la mirada del Padre://se ha ofrecido totalmente para ser contemplado en la luz como después se ofrecerá para las entrañas absortas del pecado en el Calvario;//como la Luz ha olvidado sus deseos y lentamente penetra el cuerpo real de su pensamiento secreto// Mientras a Pedro le tiemblan los cabellos contados, el ojo justo e injusto, la mejilla mosaica;// y Jacobo tiembla por la muchedumbre de pecados de su pueblo como por algo en nada distinto a su memoria o su esperanza,// Juan siente pena de Dios por su Alegría indecible y quisiera en este instante poderlo recostar contra su pecho; mas tiembla.// Ahora ya no es sol que nos alumbra y se oculta cegadoramente, sino que la Luz por vez primera como nube los cubre y se revela en su gloria;// pero Jesús la corrige suavemente porque ha vuelto a sentir lástima de su privilegio de heridas;// y porque la Luz podría anonadar los semblantes amados de sus discípulos que esperan;//de modo que cuando Jesús modera el rayo de luz viva y el Horno subidísimo de su dicha para decirles «no temáis»,// ellos sienten que dentro de su corazón alguien los ha llamado misteriosamente por su nombre…

Fina García Marruz (fragm.)

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