PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
3 de marzo de 2013
Tercer Domingo de Cuaresma
Lecturas:
Éxodo 3, 1-8.13-15
/ Salmo 102, 1-4. 6-8. 11 El Señor es bondadoso y compasivo / I Corintios 10,
1-6. 10-12
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
13, 1-9
En ese momento se presentaron unas personas
que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló
con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron
todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las
dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
Les dijo también esta parábola: «Un hombre
tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en
esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
Pero él respondió: "Señor, déjala
todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede
ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Dios, que declara : «Yo he visto la opresión de mi pueblo que
está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces.
Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder
de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (1L), no
puede ser alguien que persigue, castiga o busca saciar una sed de sacrificios
permanente, como algunos parecen creer. Es más, sabemos que «el Señor hace obras de justicia y otorga el
derecho a los oprimidos» (Sal). Es así que Jesús aclara, en este evangelio, que no hay
unos más “culpables” que otros: todos somos pecadores (cf 1 Jn 1,8-10), «por eso, el que
se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!» (2L). Como consecuencia,
a todos nos invita a convertirnos. Pero, asegura que en ese desafío no estamos
solos, ya que él mismo trabaja para ayudar a que lo logremos: «yo removeré la tierra alrededor de ella y
la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante» (Ev).
El
pueblo de Jesús tenía una larga tradición de intentar leer en los
acontecimientos de su historia pasada y los hechos contemporáneos la presencia
y acción de Dios, por eso le presentan al Maestro aquella situación, para que
los ayudase a sacar las conclusiones correctas.
Nosotros,
en la actualidad, hacemos algo de eso, pero con trampas: cuando hay tragedias
nos preguntamos ¿por qué Dios lo permite?; pero cuando nos tocan los buenos momentos,
queremos creer que vinieron sólo como obra de nuestras manos: ahí Él no tiene
injerencia.
Es
no entender nada de lo que ha enseñado Jesús de su Padre: para Él todos somos
sus hijos (cf Mt 5,45) y ha dado muestras más que
suficientes; más aún, extraordinarias, de amarnos (Jn
3,16-17; Rm 5,8),
recogiendo la mejor tradición bíblica (Is 49,15).
Entonces,
¿por qué las desgracias, por qué el sufrimiento?.
En
las tiranías, como el ejemplo de Pilato narrado, la causa es que «los jefes de
las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad»
(Mt 20,25), mientras muchos cristianos permiten (activa
y pasivamente) que esto le ocurra a sus hermanos, los otros hijos de Dios. Eso
requiere una conversión.
Y
en las desgracias accidentales o las enfermedades mayores, se conjugan herencia
genética, descuidos, auto-daño por excesos de sustancias permitidas (alcohol y
tabaco, por ejemplo) además de las prohibidas (drogas) y bastantes acciones
más, en las que funciona nuestra libertad y no la voluntad de Dios. Esas
opciones (o sea, donde podemos optar) requieren conversión por nuestro propio
bien.
Resumiendo,
este evangelio es un llamado a asumir responsablemente las consecuencias de
nuestros actos y recibir agradecidos la solicitud amorosa de nuestro Dios.
Esperando
poder dar los frutos que tu amor espera, te pedimos perdón por anteponer
nuestro egoísmo, te solicitamos sigas removiendo y abonando con tu poder
misericordioso nuestra tierra débil y te damos gracias por tu paciencia y
bondad para con nosotros, Señor, Dios nuestro.
Con Paz, Amor y
Alegría agradecidas por la misericordia de nuestro Dios,
Miguel.
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