sábado, 9 de marzo de 2013

El auténtico conocimiento de Dios no se demuestra en los ritos religiosos



9 de marzo de 2013
Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma

Lecturas:
Oseas 6, 1-6 / Salmo 50, 3-4. 18-21 El Señor quiere amor y no sacrificios

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas    18, 9-14
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas."
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!."
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Es parte de nuestra condición humana, a la que se suma el sistema de relaciones mercantiles que se ha infiltrado en nuestra cultura: “te doy para que me des” y “¿qué beneficio obtengo de esto?”. Entonces, en nuestro trato con Dios, ponemos sobre la mesa nuestros “méritos” y esperamos compensaciones de su parte a cambio de nuestros ritos religiosos, sin darnos cuenta de que no necesariamente le agradan «porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos» (1L).
Tal vez no usemos literalmente las palabras del fariseo, pero la actitud se percibe en templos y otros lugares de encuentro: también creemos que todo lo que hacemos nos hace superiores a otros, esos que, según nuestra particular y muy falible opinión, no son tan devotos. Para cuando caemos en esas actitudes, ya sabemos que esta parábola, para los «que se tenían por justos y despreciaban a los demás», se dirige a nosotros hoy.
La llamada a la conversión de este día, entonces, es que resulta peligrosamente fácil ser “fariseos” y, por tanto, de actitud aborrecible para el Padre, quien, por el contrario, no desprecia «el corazón contrito y humillado» (Sal), que reconoce sinceramente los pecados, desde la soberbia hasta el desprecio por los hermanos y cambia de actitud hacia el amor, que es el auténtico conocimiento de Dios.

Con el salmista te decimos: «¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!». Así sea.

Con Paz, Amor y Alegría agradecidas por la misericordia de nuestro Dios,
Miguel.

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