Te creías, sin duda,
/ que estando con el padre y en su casa, / seguiría muy cruda, limitada y
escasa / la libertad soñada que te abrasa.
Y pides lo que es
tuyo, / lo que a ti solo crees pertenece: / ¡cada cual con lo suyo, / que el
hombre sólo crece / cuando su libertad libre florece!
Y te fuiste muy
lejos / buscando la soñada libertad; / sin trabas ni complejos, / gozaste a
saciedad / de cuanto llamabas felicidad.
Todo lo derrochaste,
/ alocado, sin tino ni medida; / tu juventud gastaste / -tesoro de la vida- / ¡toda
tu dignidad quedó perdida!
Tu pobreza fue tal,
/ y fue tan grande el hambre que tenías, / que te viste, al final, / cuidando
en alquerías / sucios cerdos, con los que convivías.
Y allí, en tu
soledad, / te acordaste del padre y de su ausencia, / de su amor y bondad, / sacando,
en consecuencia, / que lejos del hogar todo es carencia.
¡Había que volver / a
la casa del padre abandonado, / para poder comer, / como cualquier criado, / aquel
crujiente pan, nunca tasado!
La decisión tomada,
/ desanduviste -roto peregrino- / jornada tras jornada, / aquel viejo camino / que
había trastocado tu destino.
Al padre, aquella
tarde, / -atisbando la muerta lejanía- / el corazón le arde, / porque ya
presentía / que tu feliz regreso se cumplía.
Cuando te vió llegar
/ por el camino aquel -largo en exceso- / ya no pudo esperar, / corrió, como un
poseso / para abrazarte y darte un largo beso.
Te dijo dulcemente:
/ ¡olvídate, hijo, ya, de ese estribillo, / y ponte, nuevamente, / tus sandalias,
tu anillo / y la túnica que aún huele a tomillo!
¡Familiares y
amigos, / comamos hoy el ternero cebado, / -vosotros sois testigos- / porque
este hijo amado / estaba muerto y ha resucitado!
¡Que el hijo ya está
en casa, la familia, de nuevo, está completa; / bebamos hoy sin tasa, / suene
la pandereta / porque el gozo de mi alma está repleta!
Aunque alguno
proteste, / y, aunque alguno al perdón se resista / y a su hermano deteste, / que
sepa está en la lista / de invitados a la fiesta prevista.
La bondad, de mí
mana, / y a pródigo y a rico manirroto / nadie hasta hoy me gana; / mi amor no
tiene coto / y mi misericordia es saco roto.
Más que mi propio
hijo, el pródigo soy yo; doy sin medida, / algo más que exijo, / y doy siempre
acogida / en abrazo de paz y bienvenida.
José Luis Martínez SM
No hay comentarios:
Publicar un comentario