sábado, 2 de marzo de 2013

La parábola del padre de la imposible e incomprensible misericordia



2 de marzo de 2013
Sábado de la Segunda Semana de Cuaresma

Lecturas:
Miqueas 7, 14-15. 18-20 / Salmo 102, 1-4. 9-12 El Señor es bondadoso y compasivo.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas    15, 1-3. 11-32
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo entonces esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde." Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!"Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado." Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo."
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!"
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado."»
Palabra del Señor.

MEDITACION
El Elegido de Dios, a quien hay que escuchar (ver Domingo anterior), se esfuerza para lograr que podamos atisbar el misterio del inmenso y gratuito amor de su Padre, nuestro Padre.
Para eso compone esta entrañable parábola protagonizada no por el hijo pródigo, sino por el padre de la imposible e incomprensible misericordia. Imposible e incomprensible para los parámetros humanos; sólo posible y comprensible con criterios divinos, porque «¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia?» (1L); ya que sólo «Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura» (Sal).
Bastante adentrados en la Cuaresma, con tanto de qué arrepentirnos –si hemos sido honestos en nuestra confrontación con la Palabra-, nos viene bien recordar que, quien vuelva a la casa (a la fiel intención de vivir como entendemos que Dios espera que lo hagamos respecto a nuestros hermanos) será recibido con una fiesta, entendiendo que «estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado».

Padre misericordioso y de bondad eterna, te agradecemos por no guardar en tu memoria nuestras faltas y sí mantener permanentemente ante tus ojos el amor que nos tienes. Gracias, Señor.

Intentando proclamar con la vida la fe en Dios y en su Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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