18 de marzo de 2013
Lunes de la Quinta Semana de Cuaresma
Lecturas:
Daniel 13, 41-62
/ Salmo 22, 1-6 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
8, 12-20
Jesús dirigió una vez más la palabra a los
fariseos, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida.»
Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio
de ti mismo: tu testimonio no vale.»
Jesús les respondió: «Aunque yo doy
testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero
ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a
nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo
y el Padre que me envió.
En la Ley de ustedes está escrito que el
testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también
el Padre que me envió da testimonio de mí.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?»
Jesús respondió: «Ustedes no me conocen ni a
mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre.»
El pronunció estas palabras en la sala del
Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había
llegado su hora.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Siguiendo el hilo de la meditación del
domingo reciente, podríamos preguntarnos si el mundo, especialmente los pobres
y marginados, sus favoritos, tienen la experiencia de que «Dios salva a los que esperan en él» (1L), de manera
de poder sentir y decir: «Tu bondad y tu
gracia me acompañan a lo largo de mi vida» (Sal).
Como bien sabemos, tristemente, es muy
extraño que sea así. Más bien lo perciben como alguien que está lejos de sus
existencias, que está en contra de sus alegrías, e, incluso, alguien que quiere
y busca sus sufrimientos, poniéndose de parte de los injustos.
Todo esto, debido al testimonio que damos los
cristianos, gente que, se supone, lo conocemos mejor, ya que Jesús nos definió
de esta manera: «Ustedes son la luz del mundo […] Así debe brillar ante los
ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus
buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,14.16).
Decía Benedicto XVI en el documento inicial
de la Conferencia de Obispos de América Latina y el Caribe en Aparecida, en mayo
de 2007 : “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe
cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para
enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor. 8,9)”. Después nuestros
Obispos lo reafirmaron así:” “Esta opción nace de nuestra fe en
Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12)”
(Documento
de Aparecida Nº 392). Uno de los más activos promotores de
estas ideas en esa Conferencia fue el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco.
Hagamos cada uno nuestro aporte, a través de nuestras buenas obras, para que la
Iglesia no pierda nunca este norte y, así, poder devolverle Dios a quienes les
pertenece en primer lugar: los pobres, los marginados, los despreciados… y también
al corazón honesto de todos aquellos que quieran dejar de andar en tinieblas, «sino que tendrá la luz de la Vida», que
es el mismo Jesús.
Despeja de nuestros ojos lo que nos impide
ver con claridad tu luz, Señor, para que sepamos encontrarte y ayudar a otros a
hacerlo en “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (Gaudium et Spes 1,
Concilio Vaticano II) . Así sea.
Buscando ser
misericordiosos, en agradecimiento a la Paz, Amor y Alegría que nos brinda la
misericordia del Padre Dios,
Miguel.
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