12 de marzo de 2013
Martes de la Cuarta Semana de Cuaresma
Lecturas:
Ezequiel 40,
1-3; 47, 1-9. 12 / Salmo 45, 2-3. 5-6. 8-9 ¡El Señor está con nosotros!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
5, 1-3. 5-16
Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús
subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en
Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.
Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y
lisiados, que esperaban la agitación del agua.
Había allí un hombre que estaba enfermo desde
hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo
que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?»
El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me
sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro
desciende antes.»
Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y
camina.»
En seguida el hombre se curó, tomó su camilla
y empezó a caminar.
Era un sábado, y los judíos dijeron entonces
al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu
camilla.»
El les respondió: «El que me curó me dijo:
"Toma tu camilla y camina."» Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese
hombre que te dijo: "Toma tu camilla y camina?"»
Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús
había desaparecido entre la multitud que estaba allí.
Después, Jesús lo encontró en el Templo y le
dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores
cosas todavía.»
El hombre fue a decir a los judíos que era
Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas
en sábado.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El pobre hombre había tenido 38 años para
comprender que nadie se apiadaría de él: «Señor,
no tengo a nadie»…
Pero ahí donde algunos veían a un enfermo
más, a otro que espera obtener una sanación milagrosa, sólo Jesús ve al ser
humano, con su dolor físico y del alma, ya que, como decía la Madre Teresa: “La
más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado”. Por eso,
sin importar lo que pensaran los representantes oficiales de la religión acerca
de lo que se puede o se debe hacer un día determinado, el Maestro compasivo le
concede salud, reintegrarse a la comunidad y sentir el amor misericordioso de
Dios.
Quien cree que no tiene a nadie, está
equivocado, ya que «El Señor está con
nosotros» (Sal),
lo que se manifesta a través de las manos compasivas de quien se hace
instrumento suyo.
Por
eso, en este tiempo se nos llama a que no nos habituemos al padecimiento de los
otros, sino, por el contrario, que nos pongamos a disposición de Dios para
ayudarle en lo que nuestra pobre capacidad, junto a su inmenso poder, pueda
hacer por los demás por medio nuestro.
Señor,
que nunca olvidemos que te tenemos junto a nosotros permanentemente, pero,
sobre todo, que tengamos siempre presente que podemos ser signos de tu
presencia consoladora para todos los que la necesiten. Así sea.
Recibiendo con
Paz, Amor y Alegría agradecidas la inagotable misericordia de nuestro Dios,
Miguel.
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