jueves, 14 de marzo de 2013

¿Quién podría sentir que está en condiciones de “arrojar la primera piedra”?



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
17 de marzo de 2013
Quinto Domingo de Cuaresma

Lecturas:
Isaías 43, 16-21 / Salmo 125, 1-6 ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros! / Filipenses 3, 8-14

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    8, 1-11
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?»
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.»
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.
Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?»
Ella le respondió: «Nadie, Señor.»
«Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Con Pablo, podríamos decir: «todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (2L). Porque ese conocimiento, que aprecia mejor el corazón que la mente, nos permite escuchar al Señor, por boca del profeta anunciando: «yo estoy por hacer algo nuevo» (1L). Y aquello siempre novedoso que transmite la existencia de Jesús es la primacía de la misericordia por sobre la aplicación mecánica de cualquier norma, por bueno que sea su origen y buena su intención (Ev), de esa manera «los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones» (Sal).
Una de las más detestables hipocresías es la que se viste de virtud religiosa. Si aplicamos un poco de razonamiento a la situación que relata el evangelio, para que exista adulterio deben estar involucradas dos personas, ¿por qué debía ser sólo una la sancionada?. Entonces, por más sagrado que fuera el origen de la ley que ordenaba el castigo, era una ley injusta. Jesús, por tanto, pone en el centro de la controversia no las normas genéricas, sino a la persona humana y sus circunstancias. Con el «Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante» el Señor le salva la vida por segunda vez (la primera fue de sus ajusticiadores), porque le da la oportunidad de no arruinar el resto de su vida, al ofrecerle el perdón de Dios, el que da fuerza interna para no volver a pecar.
Ahora, si nos preguntamos ¿qué rasgo hace más conocida a nuestra Iglesia hoy? deberíamos reconocer que, lamentablemente demasiados creen que es la moral y no la misericordia; y que tienen la impresión que ser cristianos consiste en cumplir una serie de obligaciones o acatar prohibiciones, principalmente en el ámbito de la sexualidad.
Todo esto debido a que muchos representantes de ésta se han autoerigido en jueces condenadores de costumbres genéricas, sin mirar los rostros de las personas que están viviendo las situaciones, según ellos, pecaminosas.
Sin embargo, el Maestro, que es la luz del mundo y con mayor razón debiese ser la de sus seguidores, es conocido no por imponer restricciones, sino por abrir creativamente el espectro desde lo que se “debe hacer”, para transformarlo en todo lo que fomente una vida más humana y más plena.
De hecho, inmediatamente después de la narración que nos trae el evangelio de hoy, Jesús dirá: «Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie» (Jn 8,15). Más aún, en otro pasaje, Jesús le está enseñando sobre estas mismas cosas a un fariseo de buena voluntad y le dice: «Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17).
Entonces, si él, que es el único justo (cf 1 Jn 2,1), no anda condenando a diestra y siniestra, ¿quién podría sentir que está en condiciones de “arrojar la primera piedra”?
Sólo quien sea tan ciego como para no ver que Jesús es el testigo fiel (Ap 1,5) de un Dios que no “tiene”, sino que “es” misericordia, porque lo mostró en su actuar cotidiano durante el período que anduvo por nuestra tierra.
Por lo tanto, si queremos ser, a nuestra vez, fieles a lo que decimos creer o, mejor aún, a quien decimos creer, así mismo debiese ser nuestro caminar de fe: buscando despojarnos de criterios heredados, para intentar mirar las situaciones con los ojos compasivos del Señor y aprender a no pasar por la vida preocupados de cómo cumplir reglas, sino de vivir agradecidamente la misericordia de Dios, siendo a la vez misericordiosos con los demás, tomando en cuenta las necesidades del prójimo, no siendo indiferentes a sus penas y gemidos y teniendo siempre una palabra de consuelo y de perdón para todos.
Así se vive la alegría cristiana, en respuesta a su amor, porque, como dijo el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco: "Sólo alguien que ha sido acariciado por la misericordia, está feliz y cómodo con el Señor".

Tú, Señor, que pasaste por el mundo haciendo el bien, concédenos que nos guiemos por tu corazón misericordioso, de manera que actuemos semejante a ti con todo aquel que requiera de nuestra misericordia. Así sea.

Buscando ser misericordiosos, en agradecimiento a la Paz, Amor y Alegría que nos brinda la misericordia del Padre Dios,
Miguel.

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