Si me preguntasen en
qué momentos y ocasiones me he sentido más plenamente sacerdote, contestaría
sin vacilar que esto ha sido en la época más desconsoladora de mi vida, en el
año macabro de mi detención en los campos de concentración. Entonces, despojado
de todo, privado hasta de la libertad de hacer la señal de la cruz bajo pena de
muerte, el Señor ha querido servirse de este pobre sacerdote, físicamente
debilitado, humanamente envilecido, para consolar, en medio de la muerte, a
innumerables compañeros de infortunio. Y nunca he vivido más plenamente la
relación del sacrificio de la Misa con la muerte de Jesús en la cruz como en
esta Misa que un día, casi por milagro pudimos celebrar en el campo de Dachau,
sabiendo que, si nos descubrían, todos seríamos ejecutados en el acto.
(Dachau fue un campo
de concentración nazi, que funcionó entre 1933 y 1945. En él se torturó y
asesinó a unas 200.000 personas, además de hacer a muchas de ellas objeto de
experimentos médicos)
Luciano Metzinger ss.cc
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