lunes, 8 de julio de 2013

Aprendiendo a confiar, porque Dios no falla

8 de julio de 2013
Lunes de la Décimo Cuarta Semana Durante el Año

Lecturas:
Génesis 28, 10-22 / Salmo 90, 1-4. 14-15 ¡Dios mío, confío en ti!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   9, 18-26
    Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá.» Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
    Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada.» Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado.» Y desde ese instante la mujer quedó sana.
    Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: «Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme.» Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Palabra del Señor.

MEDITACION
La fuerza de la fe. Puede mover montañas de temores, de egoísmos y de angustias. Pero, ¿cómo se comienza a confiar?, como cada aprendizaje humano, sólo confiando.
Es que es absolutamente necesario, para nuestro bienestar físico y síquico, saber confiar, lo que se consigue con precaución y de forma progresiva, en la medida en que se va conociendo a la o las otras personas.
La confianza en los demás nos ayuda a actuar de forma más generosa con nuestro entorno. Cuando confiamos en alguien, existe una mejor comunicación y un mayor entendimiento, nos sentimos tranquilos y tenemos la sensación de no estar solos.
Por el contrario, una persona que no confía en nadie, una persona desconfiada, es una persona insegura de sí misma, no vive tranquilo creyendo ver que quieren aprovecharse de su buena voluntad, lo que la hace rencorosa, eventualmente tener reacciones airadas y, como resultado de todo esto, suele evitar el contacto con los demás. Un verdadero infierno.
Claro que duele ser defraudado y todos, cual más cual menos, hemos sido decepcionados por alguien alguna vez. Pero miles de personas que han compartido nuestra creencia han conocido y compartido para nosotros que Dios no falla. «Yo estoy contigo: te protegeré dondequiera que vayas» (1L). Por eso, «di al Señor: “Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío”» (Sal), y, tomando en cuenta todo lo anterior, aprendiendo a confiar confiando en quien es el Digno de Confianza, haciendo crecer lo bueno que hay en ti, verás que «tu fe te ha salvado» del mal de la soledad y la amargura.

Queremos confiar más y mejor cada vez, Señor. Aumenta nuestra fe. Así sea.

Enviados a transmitir el proyecto de Paz, Amor y Alegría que tiene Dios para la humanidad,
Miguel.


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