“¡Qué hermosos son
los pies
del que anuncia la
paz a sus hermanos!
¡Y qué hermosas las
manos
maduras en el surco
y en la mies!
Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes
noticias buenas:
se rompen las
cadenas,
y el sol de Cristo
brilla esplendoroso.
Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada
en el sendero,
¡qué dulces,
mensajero,
qué hermosos, qué divinos son tus pasos! Amén”
(De la Liturgia de las Horas)
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