martes, 10 de febrero de 2015

Creer con libertad



10 de febrero de 2015
Martes de la Quinta Semana del Tiempo Común

Lecturas:
Génesis  1, 20—2, 4 / Salmo  8, 4-9 ¡Señor, qué admirable es tu Nombre!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos   7, 1-13
    Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
    Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas.
    Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»
    Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:
        "Este pueblo me honra con los labios,
        pero su corazón está lejos de mí.
        En vano me rinde culto:
        las doctrinas que enseñan
        no son sino preceptos humanos".
    Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.»
    Y les decía: «Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: "Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte..." En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Probablemente la sicología podría explicar esa especie de inseguridad que les provoca a muchos no tener un listado de normas a las que se pueda acudir para revisar qué se puede o no hacer dentro de una religión.
Eso les ocurre a los fariseos, los escribas y muchos más en tiempos de Jesús. Y también a muchos de nosotros que acudimos al menos inconscientemente a revisarlas mentalmente con cierta periodicidad.
Lo terrible es que, no en pocas ocasiones, la “lista” la usamos, más bien, para observar y acosar a otros, como en el caso que nos cuenta este evangelio.
Esto último, suelen hacerlo sobre todo las jerarquías respectivas, que temen permitir que sus feligreses sientan que no son Mandatos obligatorios, sino más bien orientaciones, sobre las cuales es posible improvisar, siguiendo lo que nos dicte el sagrario de nuestra conciencia, sin atentar contra la esencia de la creencia.
De hecho, así vivió su judaísmo el Maestro. Por eso chocaba permanentemente con los profesionales del credo. Y no tuvo ningún problema en criticar su celo llamándolos hipócritas, además de –peor aún para ellos- ponerlos en evidencia usando la propia Palabra de Dios.

Que nos mueva la valentía del amor, antes que el temor a la tradición, cuando se trate de llevar a nuestra realidad tu Palabra, Señor. Así sea.

Con el corazón lleno de la Paz, el Amor y la Alegría de ver cómo el Reino de Dios se realiza en el servicio de unos por otros, a la manera de Jesús,
Miguel.

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