20 de febrero de 2015
Viernes después de Ceniza
Lecturas:
Isaías 58, 1-9
/ Salmo 50, 3-6.
18-19 Tú, Señor, no desprecias el corazón
contrito y humillado
EVANGELIO
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus
discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?»
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes
mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será
quitado, y entonces ayunarán.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿De qué le sirve a Dios mi sacrificio
y mi sufrimiento? O, ¿le sirve a alguien siquiera?
Uno de los objetivos que me puse para
distribuir y publicar estas meditaciones sobre el evangelio, es poder compartir
la alegría de haber descubierto que Dios, por medio de su Hijo, quiere nuestra
felicidad. Por lo tanto, no nuestro dolor, menos el que nos autoinflinjamos.
Nos dice el Señor, por boca de su
profeta: «¿Es este acaso el ayuno que yo
amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un
junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día
aceptable al Señor?» (1L)
Entonces, si el Señor está en
nosotros, es decir, si no es una creencia abstracta o supersticiosa de “algo”,
sino fe en Alguien que, por haber resucitado, sigue Vivo y actuando, ¿cómo
podríamos estar tristes?
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Eso sí le “sirve” a Dios, porque le
sirve a sus hijos más desvalidos.
Que busquemos hacer, en este tiempo y
siempre, el auténtico ayuno agradable a tus ojos, Señor: amar y servir a
nuestros hermanos. Así sea.
Con el corazón
lleno de Paz, Amor y Alegría por saber que el Señor puede y quiere nuestra
felicidad,
Miguel.
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