viernes, 20 de febrero de 2015

El ayuno no tiene por qué ser sinónimo de sufrimiento



20 de febrero de 2015
Viernes después de Ceniza

Lecturas:
Isaías 58, 1-9 / Salmo 50, 3-6. 18-19 Tú, Señor, no desprecias el corazón contrito y humillado

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   9, 14-15
    Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?»
    Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.»

Palabra del Señor.

MEDITACION
¿De qué le sirve a Dios mi sacrificio y mi sufrimiento? O, ¿le sirve a alguien siquiera?
Uno de los objetivos que me puse para distribuir y publicar estas meditaciones sobre el evangelio, es poder compartir la alegría de haber descubierto que Dios, por medio de su Hijo, quiere nuestra felicidad. Por lo tanto, no nuestro dolor, menos el que nos autoinflinjamos.
Nos dice el Señor, por boca de su profeta: «¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor?» (1L)
Entonces, si el Señor está en nosotros, es decir, si no es una creencia abstracta o supersticiosa de “algo”, sino fe en Alguien que, por haber resucitado, sigue Vivo y actuando, ¿cómo podríamos estar tristes?
Y, para quienes sienten que Jesús vive entre nosotros, la consecuencia es lo que sigue diciendo Isaías: «Este es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.» (1L)
Eso sí le “sirve” a Dios, porque le sirve a sus hijos más desvalidos.

Que busquemos hacer, en este tiempo y siempre, el auténtico ayuno agradable a tus ojos, Señor: amar y servir a nuestros hermanos. Así sea.

Con el corazón lleno de Paz, Amor y Alegría por saber que el Señor puede y quiere nuestra felicidad,
Miguel.

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