jueves, 19 de febrero de 2015

Para no arruinarnos la vida



19 de febrero de 2015
Jueves después de Ceniza

Lecturas:
Deuteronomio 30, 15-20 / Salmo 1, 1-4. 6 ¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   9, 22-25
    Jesús dijo a sus discípulos:
    «El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.»
    Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Jesús va preparando a sus discípulos para lo que viene.
No podía ser de otro modo: su defensa de la vida y la dignidad de las personas chocaría con las normas y los egos de las autoridades civiles y religiosas de su tiempo.
Y eso se paga con la muerte.
La alternativa es “salvar la vida”, pero ¿qué clase de vida sería esa?
Una individualista, solitaria, egoísta… es decir una vida arruinada…
Seguir a Jesús implica dar la vida, lo que no siempre –al menos en nuestros países “cristianos”- es igual a morir. Significa “gastarla”, entregando de lo que es nuestro tiempo de descanso, parte de nuestros bienes y nuestras características personales para ayudar, apoyar, aliviar a quienes lo necesiten en nuestro ámbito.
Eso es renunciar a uno mismo: ser capaces de dejar de lado algún beneficio pensando en el bienestar de otros –o, en otras palabras, amar-, lo que, a la larga, es mejorar el ambiente que nos rodea. Es humanizarse y humanizar.
Cuando Jesús lo hizo cambió la historia de la humanidad. Nosotros, intentándolo, podríamos cambiarle la historia a más de alguien.

Que queramos cambiarle la vida a los demás, cambiando la nuestra desde el infértil individualismo egoísta, para poder decirnos seguidores tuyos, Señor, y poder vivir más en plenitud, según nos enseñaste. Así sea.

Con el corazón lleno de Paz, Amor y Alegría por saber que el Señor puede y quiere nuestra felicidad,
Miguel.

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