3 de febrero de 2015
Martes de la Cuarta Semana del Tiempo
Común
Lecturas:
Hebreos 12, 1-4
/ Salmo 21, 26-28.
30-32 ¡Los que te buscan te alaban,
Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-43
Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de
hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos
sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído
hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó
la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se
dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas
partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor,
para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le
había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada
de tu enfermedad.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del
jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir
molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al
jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo
acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa
del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les
dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que
duerme.» Y se burlaban de Él.
Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre
de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la
mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno,
levántate.» En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a
caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó
insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran
de comer a la niña.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Hay hechos que marcan indeleblemente
la vida. Tanto que uno recuerda cada detalle y el lugar exacto donde se
encontraba cuando sucedieron.
Debe haber impresionado de tal manera esta
acción de Jesús a quienes fueron sus testigos que atesoraron las palabras que
él usó: «Talitá kum» y se la
transmitieron unos a otros hasta llegar al redactor de este evangelio, a quien
le pareció necesario mantenerlas y, de esa manera, nos llegaron tal como fueron
dichas.
¿Cuáles han sido los gestos, las
palabras, las acciones con que el Señor ha intervenido en tu vida?
¿Las atesoras y las has comunicado
para alegrarles la vida a otros/as?
Que recordemos las múltiples ocasiones
en que nos has tomado de la mano, Señor, y volquemos nuestra alegría agradecida
en hacerles más agradable la vida a nuestros/as hermanos/as. Así sea.
Llenándonos de
gozo por la manera nueva de enseñar y la autoridad que tiene el Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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