5 de febrero de 2015
Jueves de la Cuarta Semana del Tiempo
Común
Lecturas:
Hebreos 12, 18-19. 21-24
/ Salmo 47, 2-4.
9-11 ¡El Señor es grande y digno de
alabanza!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 7-13
Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre
los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan,
ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos
túnicas.
Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el
momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al
salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.»
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a
muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ya han acompañado suficiente tiempo a
Jesús. Le han visto hacer muchos signos poderosos. Han escuchado además sus
enseñanzas.
Y el Maestro siente que el tiempo es
poco y la tarea apremiante.
Por eso, decide que ya es momento de
enviarlos, de confiar en sus capacidades y en que su Padre quiere que la buena
noticia de su amor infinito llegue a cada vez más personas que lo necesitan.
Por lo que Él mismo sabrá valerse de
lo que cada uno aporte, haciéndolos dar frutos de Vida ahí donde honesta,
confiada y generosamente vayan en Su Nombre.
Eso no es tiempo pretérito. Sigue
siendo…
Los enviados hoy, de dos en dos, de a
cuatro, de a muchos, somos nosotros.
¿Que no estamos capacitados?
Recuerda que estos Doce eran al menos
cuatro pescadores, un cobrador de impuestos y mucha gente sencilla. Ningún
teólogo, ni algún gran pensador, porque no se trata de difundir una doctrina,
sino de transmitir la relación que se ha tenido con Dios y, como agradecimiento
por ésta, ayudar a los que estén en nuestro camino.
Que tengamos presente tu llamado y que
busquemos dónde hacerlo efectivo para que nunca dejemos de intentar ser tus
misioneros, confiados en que tú haces la tarea, Señor, y nosotros te prestamos
las manos, la boca y el corazón. Así sea.
Llenándonos de
gozo por la manera nueva de enseñar y la autoridad que tiene el Señor de la Paz,
el Amor y la Alegría,
Miguel.
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