PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
10 de Enero de 2016
El Bautismo del Señor
Lecturas:
Isaías 40, 1-5. 9-11
/ Salmo 103, 1-4. 24-25.
27-30 ¡Bendice al Señor, alma mía! / Tito 2, 11-14; 3, 4-7
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16. 21-22
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no
sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero
viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la
correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.»
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y
mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre
él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú
eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Señor necesita
de los «herederos de la Vida eterna» (2L), sus hijos, los bautizados «en el Espíritu Santo y en el fuego» (Ev) para enviarlos: «¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!» (1L). Por cierto que «Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la
tierra» (Sal), pero su amor sólo se hace concreto cuando
nuestras manos acarician, nuestro cariño lo expresa y nuestro corazón se hace
solidario con los demás.
El bautismo católico es un sacramento (= acto sagrado; signo externo de
lo realizado en nosotros por la gracia de Dios).
El bautismo de Juan era sólo «con agua», como reconoce el propio
Bautista. Es apropiada la distinción para responder a quienes usan ese
argumento para criticar que se sometan a él los niños. Puede ser un tema de
discusión que tenga más sentido racional que sea un compromiso adulto que
cuando no se tiene conciencia alguna. Pero no basándonos en ese argumento…
Por otro lado, es necesario que hagamos conciencia que los bautizados
portamos algo diferente a los demás, y, por lo tanto, debiésemos vivir de una
manera diferente también, aunque con la humilde conciencia de que «nosotros
llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este
poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios» (2 Cor 4,7).
En la Palabra de este Domingo encontramos imágenes que nos ayudan a
recordar aspectos esenciales acerca de nuestra relación con «uno que es más poderoso que yo»: Jesús,
nuestro Maestro y Señor (cf Jn 13,13):
Primero: Jesús es plenamente humano.
Él nació, vivió sujeto a María y José (Lc 2,51), trabajó, se cansó,
sufrió, gozó, amó y murió. O sea, se identificó con nuestra existencia y
experiencia a fondo, debido a eso, vemos que «Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús».
Segundo: también Jesús es Dios Hijo.
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Y tercero: Jesús es Dios con Nosotros (Mt
1,23), es la Palabra de Dios que «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14) por designio de su tremendo amor, ya que «Dios no
envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17). El Maestro también lo diría así: «me envió a
llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y
la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de
gracia del Señor» (Lc 4,18-19). Es decir, fue
enviado a enseñarnos, mediante obras concretas, algo de lo inmensamente grande
y gratuita que es la misericordia de Dios con sus hijos humanos, de tal manera
que después, nosotros, los bautizados «en
el Espíritu Santo y en el fuego» hagamos nuestra su misión.
Así viene a nosotros el Reino de Dios.
Esa es la Buena Noticia (o Evangelio) que anunciamos.
Que, abrumados por tu inmensa misericordia, Señor, sintamos la alegre
necesidad de que más hermanos puedan también experimentarla, llevándosela
nosotros. Así sea.
Intentando vivir como bautizado, es decir, llevando
Paz, Amor y Alegría por donde vaya,
Miguel
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