PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Enero de
2020
Domingo de la Tercera
Semana Durante el Año
Lecturas
de la Misa:
Isaías 8, 23—9, 3 / Salmo 26, 1. 4. 13-14
El Señor es mi luz y
mi salvación / I Corintios 1, 10-14. 16-17
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se
retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del
lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había
sido anunciado por el profeta Isaías:
«¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz».
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
«¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz».
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Jesús, sabiamente, se retira al «otro lado del Jordán, el distrito
de los paganos» (1L), al conocer lo que le sucede a Juan, porque
se da cuenta que es tiempo de replegarse para realizar una «espera en el
Señor» haciéndose fuerte (Sal). Para eso comenzará creando una comunidad
con los pescadores de la periférica Galilea, quienes no están contaminados con
la forma de vivir la religión de las grandes autoridades de la capital: ellos
tienen la disposición humilde de dejarlo todo por seguir su caminar en pos del «Reino
de los Cielos [que] está cerca» (Ev). El Maestro
sigue llamado hoy a «anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la
elocuencia humana» (2L), sino, más bien, haciendo carne sus
enseñanzas en la vida cotidiana.
Pero no solos.
A todos nos atormentan situaciones o estados eventuales o probables. Todos
tenemos miedos, preocupaciones, angustias.
Y, como hemos descubierto por la fuerza de los acontecimientos, en
nuestro país había todo un caudal de estas acumuladas de tal manera que se
transformaron en una explosión social, de una forma que no creíamos posible.
¿Dónde estábamos los cristianos antes de esto? ¿Dónde estamos ahora?
Más de alguien se podría preguntar: ¿y qué tenemos que ver nosotros? La
respuesta, en primer término, podría ser que esto se debe a que, como escribió
un poeta romano hace mucho: “Soy hombre (ser humano), nada de lo humano me es
ajeno”; todo debiese tener que ver con nosotros. Pero eso que vale para cualquier
persona, por una mínima coherencia, implicaría que, para quienes nos decimos
seguidores de Jesús, sería, más aún, así, ya que su característica era que
siempre estaba «sanando todas las enfermedades y dolencias
de la gente».
Esto, porque lo principal que enseñó Jesús fue a involucrarse, a no ser
indiferentes, cuando veamos que alguien pasa por alguna dificultad. Más aún si
estos son muchos. «Denles de comer ustedes mismos» (Mc
6, 37),
les ordenó a sus discípulos ante la muchedumbre hambrienta.
¿Cómo podríamos guardarnos en nuestros hogares o en nuestros templos?
Miremos el
contexto de las palabras del Nazareno a los primeros apóstoles.
El pueblo
del que provenía Jesús no era de navegantes. Por el contrario, su relación con
el mar era más bien de distancia y temor.
En sus
textos sagrados se recoge esto. Para Jonás, es el símbolo de lo peor que le
puede pasar a un judío: alejarse de Dios. «Tú me arrojaste a lo más profundo, al medio del mar: la corriente me
envolvía, ¡todos tus torrentes y tus olas pasaron sobre mí! […] Las aguas me
rodeaban hasta la garganta y el Abismo me cercaba; las algas se enredaban en mi
cabeza.» (Jon 2,4-6)
Es sinónimo de enemigo de Dios: «¿Acaso yo soy el Mar o el Dragón marino para que dispongas una guardia
contra mí?» (Job 7,12); «Tú dominas la soberbia del mar y calmas la altivez de sus olas» (Sal 89,10)
Incluso, en el propio Evangelio, el mar sigue
siendo el lugar satánico a donde van a precipitarse los puercos endemoniados (Mc 5,13), por ejemplo. También se nos muestra a Jesús tratándolo como
adversario: «Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio!
¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma» (Mc 4,39)
Entonces, el Maestro, nuestro Maestro de
Vida, desafía a sus amigos pescadores -a quienes había conocido en la comunidad
de Juan Bautista-, con esta bella metáfora: «Síganme [aseméjense a mí], y yo los haré pescadores de hombres».
Es decir, los insta a trabajar por salvar gente de los
males representados en el amenazante mar, a ayudarlos a liberarse de temores y
amenazas concretas.
Pero, ojo, no le dice a Simón o a Andrés o a
Santiago o a Juan -o a nadie- que rescate a una
muchedumbre solo, a la manera
de los héroes de películas hollywoodenses. Él siempre habla en plural. Su
estilo es pensado para ser comunitario. Porque solos no salvamos/liberamos a
nadie; ni a nosotros mismos.
Y segunda llamada de atención: usa esta
metáfora debido al oficio que desempeñaban estos primeros discípulos,
deliberadamente, como una forma de decirnos que no espera que quienes reciban
esta invitación -todos nosotros- hagan nada fuera de lo normal, sino que
utilicen sus habilidades, sus capacidades y su experiencia para auxiliar a sus
hermanos de humanidad, comenzando por quienes están más cerca nuestro.
Por todo esto es que tenemos todo que ver con
lo que suceda a nuestro pueblo, del que formamos parte, ya que en él,
proverbialmente, Dios nos ha puesto.
Que queramos y nos atrevamos a utilizar
nuestros talentos en la hermosa misión, heredada de ti, Señor, de ser
servidores en las dificultades y dolores que veamos y vayamos descubriendo en
nuestro pueblo. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, estar cada
vez más atentos y cada vez más dispuestos para las necesidades de nuestros
hermanos,
Miguel
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