miércoles, 1 de enero de 2020

Necesitamos espíritu de buscadores


EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
5 de Enero de 2020
Epifanía del Señor

Lecturas de la Misa:
Isaías 60, 1-6 / Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13 ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor! / Efesios 3, 2-6

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel.»
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje.»
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
El «misterio de Cristo […] que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu» (2L), como todo lo que viene de Dios, fue manifestado en lo más humilde: de la pequeña Belén «surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel» (Ev). Su forma de manifestarse será así: «tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes» (Sal). Y, antes de su misión, será reconocido en un frágil recién nacido junto a su madre. Si logras captar lo profundo de esto «estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón» (1L) el que habrá sido tocado por Dios.
El que busca, encuentra y el que no… obvio.
En un cementerio, frente a las tumbas de sus respectivos deudos, había dos personas: un chino y un occidental; el primero le llevaba a su ser querido frescos platos de comida; el segundo, como es nuestra tradición, lo hacía con flores. El occidental no tardó en notar la extraña costumbre del otro y se burló diciéndole si acaso creía que la persona saldría de la tumba a comer, a lo que el oriental respondió que ocurriría en el mismo momento en que la otra difunta saliera a oler sus flores…
Nos sucede muchas veces de manera semejante: creemos que la nuestra es “la” manera, por lo que nos cuesta o nos es imposible valorar las que expresen o realicen los demás.
Más aún, nos apegamos a lo que tradicionalmente hacemos de tal manera que le damos valor sagrado a la forma por sobre el contenido.
Recordemos, a modo de ejemplo, que recientemente el Papa celebró un gran encuentro (un sínodo) con personas provenientes de las culturas amazónicas, del cual surgieron conceptos que le hacían sentido a las gentes provenientes de esas tierras, signos propios, distintos a la cultura occidental, que buscaban enriquecer la vivencia de la fe en aquellos parajes. Estos aportes fueron considerados por los más conservadores como actos heréticos, provocando una ola violenta de críticas al obispo de Roma, a quien, estas personas que demostraron estar muy aferradas a antiguas costumbres, probablemente, ya que jerárquicamente no podían hacer más, lo excomulgaron en su corazón.
También nosotros, como en el cuento del occidental con el oriental, miramos con desconfianza, con sorna o hasta con desprecio las búsquedas espirituales de otros. Claro que muchos charlatanes han colaborado a que sea así, pero, los cristianos menos que nadie, solemos tener mente muy poco abierta para captar y valorar el esfuerzo de exploración que otros hacen. ¿Quién sabe si algunos de esos distintos encuentros con lo sagrado son más auténticos que lo que conseguimos con muchas de nuestras prácticas rutinarias? Al menos, concedamos que es posible.
De hecho, tengamos presente que «los magos de Oriente» no profesaban la fe en el Dios Único; no participaban, por lo mismo, del culto y todas las prácticas de la única religión “verdadera”; no eran, por cierto, buenos ejemplos de creyentes… Sin embargo, fueron ellos, los “ateos” o “paganos” y no quienes tenían todos los “certificados” y títulos correspondientes –e incluso tenían las Escrituras, donde se encuentran los mejores indicios-, quienes estaban en búsqueda de la señal divina, en búsqueda de Dios. Y lo encontraron. Pese a muchos obstáculos y con muy pocas pistas…

Epifanía, la fiesta de la Manifestación de Dios a Todos, puede ser un buen momento para preguntarnos qué o a Quién buscamos realmente. Y si lo estamos haciendo de la manera correcta. Porque, convengamos en que, si hubiésemos encontrado efectivamente a Dios en nuestra vida, nos comportaríamos de una manera muy diferente a como lo hacemos habitualmente.
¿No será –nos preguntamos- que hemos agotado la búsqueda en templos y ceremonias repetidas, olvidando que Él gusta de presentarse a través de señales mucho más sencillas y de que la libertad del Espíritu Santo no se deja restringir al momento de manifestarse (Jn 3,8)? Miremos el ejemplo de los magos, que no se dejaron llevar por lo establecido, y así «encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje»

Que podamos aprender a abrir la mente y el corazón a las múltiples señales, que libre y creativamente, nos haces llegar para encontrarte en el camino, Señor. Y que, para lo mismo, sepamos desaprender y desestructurar tanto que nos impide avanzar con la originalidad que necesitamos. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, precisamente aprender a ser auténticos buscadores, ampliando criterios y abiertos a las novedades, de tal manera de atisbar cada vez mejor el Misterio del Dios con Nosotros,
Miguel

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