miércoles, 19 de febrero de 2020

Los expertos en amar


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
23 de Febrero de 2020
Domingo de la Séptima Semana Durante el Año

Lecturas de la Misa:
Levítico 19, 1-2. 17-18 / Salmo 102, 1-4. 8. 10. 12-13 El Señor es bondadoso y compasivo / I Corintios 3, 16-23

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     5, 38-48
Jesús dijo a sus discípulos:
«Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero Yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores: así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
El modelo de los cristianos no puede ser menos que el Señor mismo: «Ustedes serán santos, porque Yo, el Señor su Dios, soy santo» (1L). Y vemos que su santidad entre nosotros actúa de esta manera: «El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas» (Sal). Por eso Jesús se atreve a proponernos: «Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo» (Ev). Pero esto sólo es posible, gracias a que Él mismo mora en nosotros: «¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?» (2L). Se trata, entonces de permitir que nos inspire y no impedir que fortalezca lo mejor que tenemos, para, poco a poco acercarnos a la perfección.
Pero un amor eficaz.
Si hay algo por lo que se conoce a Jesús, sea uno cristiano o no; crea uno en su existencia o no; esté convencido de que es un ser celestial o no, es por ser un profeta del amor. Y uno de los más grandes que ha dado la humanidad.
¿Qué debiésemos ser (cómo debiésemos actuar permanentemente) nosotros, que nos llamamos cristianos, es decir, seguidores suyos?
Pues bien, se dice que la medida del amor es amar sin medida. Esto es muy semejante a las palabras del Maestro, cuando señala que la medida del amor de los creyentes es amar como Dios. O, en sus palabras: «sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo». Porque el Padre Dios es la fuente de él y el amor mismo (1 Jn 4,7-8).
Entonces, para acercarnos a esa perfección en el amar, el Maestro nos habla de formas concretas de amor, para buscar que éste sea eficaz, es decir que sirva.
Esto, debido a que, si seguimos rutinariamente con la forma en que normalmente expresamos nuestro amor: chiquito, calculado, egoísta, él perfectamente nos podría representar: «¿qué recompensa merecen?, ¿qué hacen de extraordinario?», “ustedes que se dicen amigos míos”, podría agregar…
Porque, si para algo existimos los cristianos, debiese ser para que intentemos vivir de manera extraordinaria, replicando, cada vez más y cada vez mejor, el estilo de Jesús, quien es caracterizado como quien amó hasta el extremo (Jn 13,1).
Por él, por inspirarnos en él, correspondería que fuésemos algo así como los expertos en amar. Pero más que en su teoría, en su práctica, debido a que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5,5) para que se pueda desbordar desde ellos hacia nuestros hermanos de humanidad.

Los cristianos, en consecuencia, sería deseable que tuviésemos, entre nosotros, actitudes como apoyarnos unos a otros para que, orientados por nuestro Señor, seamos quienes no hacen frente al que nos hace mal, sino quienes “presentan la otra mejilla”; los que no regateamos, sino que damos lo necesario a quienes nos piden; y los que tratamos de ser capaces de vencer la ira, para buscar la forma de amar a nuestros enemigos.
Todo esto, no como una especie de masoquismo bien intencionado, sino con convicción –porque así lo creía y lo enseñó nuestro Maestro- de que estas acciones son la máxima expresión del amor, uno que sirve, que es útil, para tratar de convertir nuestro mundo, desde la violencia egoísta que a veces parece que lo domina, hacia un mundo más humano, más a la medida de lo que soñó el Creador para nosotros y al que Jesús llamaba el Reino de Dios.

Que podamos atrevernos, cada vez más y cada vez mejor, a amar con generosidad y con alegría, como respuesta al amor que el Padre Dios tiene por nosotros y como forma de ser fieles a las enseñanzas que hemos recibido de ti, Señor. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, que se haga efectiva en nosotros la consigna principal que implica ser cristianos: vivir en y con cariño, ternura y preocupación por los demás,
Miguel

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