PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
8 de Marzo de 2020
Domingo de la
Segunda Semana de Cuaresma
Lecturas
de la Misa:
Génesis 12, 1-4 / Salmo 32, 4-5. 18-20. 22
Señor, que descienda
tu amor sobre nosotros / II Timoteo 1, 8-10
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
17, 1-9
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a
un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro
resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De
pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres,
levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido,
en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de
temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan
miedo.»
Cuando
alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del
monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo
del hombre resucite de entre los muertos.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Después de siglos de caminar lejos de la voluntad de Dios, conociendo
que nuestra alma clamaba diciéndole: «que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti» (Sal), «Él nos salvó y nos eligió con su santo
llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa» (2L). Y el primero en
ser llamado en esta historia fue Abraham, a quien le prometió: «Yo haré
de ti una gran nación» (1L): que es el
Pueblo de Dios a través de los siglos, el que llegará a ser encabezado por
Aquel al que identificó como su «Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi
predilección» y que es a quien hay que escuchar con el corazón (Ev).
Sin temores y con ganas.
¿Qué hacemos, normalmente, cuando llegamos al
hogar y este se encuentra en silencio? Encender la TV o la radio.
Por otro lado, podemos constatar que en
cualquier sala de espera de lo que sea, siempre habrá un aparato que emita
sonidos y palabras; que cuando estamos con otra persona sentimos que nos es
necesario “romper el silencio”; que las fiestas, mientras más ruidosas, mejor
consideradas son; que los centros comerciales o los locales de comida no serían
lo mismo sin música a muy alto nivel, compitiendo con el elevado sonido de las
conversaciones…
En fin, podemos afirmar que no nos llevamos
muy bien con el silencio.
Y eso implica que entran muchos mensajes a
nuestros oídos: oímos mucho, aunque no siempre escuchamos.
Bien, podríamos decir este día que si hay
algo que debiese producir el periodo de Cuaresma entre quienes se sienten
católicos, sería una conversión, una transfiguración, desde lo que se hace, se
dice y se piensa habitualmente hacia la luminosidad interior -que se manifiesta
en el exterior- de una persona que vive según la Buena Noticia del Reino
predicado y anhelado por Jesús.
Esto, para obedecer la precisa instrucción
que viene del Cielo: «Este es mi Hijo muy querido, en
quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo»
Pero ¿qué nos pasa que estamos habitualmente
bastante lejos de lograrlo?
Probablemente sea, precisamente, porque no
escuchamos al Hijo de Dios, nuestro Maestro y guía. Y, entre lo mucho que no
escuchamos de él está este esperanzador: «Levántense, no tengan
miedo».
Porque
convengamos en que el temor, que suele paralizar, también nos inmoviliza en los
caminos de la fidelidad a lo que decimos creer.
A veces le
tememos al qué dirán, por cierto: el pudor suele ser un freno poderoso para
poder expresar convicciones.
Otras, nos
asusta perder comodidad, tranquilidad, hasta la rutina a la que estamos
acostumbrados, por lo que evitamos movernos hacia otros.
A estas,
que son razones individualmente egoístas, se suma aquella de índole más global,
por lo que afecta a muchos: el amor al dinero, que está en la raíz de todos los
males (1
Tim 6,10), manifestado
como temor a perder privilegios y poder. De ahí provienen los muchos abusos e
injusticias de los que, tristemente, está poblada nuestra historia y nuestro
presente humano.
Y, además,
no deja de ser parte de nuestros miedos –y, por ello, provocar “sordera” al
mensaje de Jesús- el no poder aceptar sus enseñanzas como Buena Noticia, sino
como una serie de normas complejas y hasta descabelladas, las que serían exigencias
de un dios permanentemente malhumorado y demandante.
A ese tipo
de dios –que no es el de Jesús- también nos invita a no temerle y levantarse
ante él, enfrentándolo valientemente, como seres libres, pensantes y capaces de
madurez que fuimos creados, para transfigurar esas creencias en fe en el Dios
Vivo, que ama la vida de todas sus criaturas y que espera que nos amemos unos a
otros, o sea que nos portemos como familia, hijos todos del mismo Padre, como
una mínima forma de retribuirle.
Entonces, oigamos con el corazón dispuesto a
transfigurar nuestra indiferencia egoísta, la Palabra de quien quiere arrancar
de nuestra vida los temores paralizantes y que le quitan fertilidad a nuestra existencia.
Algunas se encuentran en formato emotivamente
misericordioso, como: «vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y
yo los aliviaré» (Mt 11,28); otras, son empáticas, como cuando se pone del lado de los
cuestionados (del lado nuestro): «el que no tenga pecado, que arroje la primera
piedra» (Jn 8,7); también estas, en que pone en su lugar la religión y sus normas: «el
sábado [día sagrado dedicado a Dios] ha sido hecho para el hombre, y no el
hombre para el sábado» (Mc 2,27). Y muchas más.
Palabras que, si de verdad las escuchamos, es
decir, si las acogemos en el corazón entendiéndolas como el mensaje que nuestro
Padre Dios quiere que conozcamos como su voluntad, para hacer de nuestra vida
personal y nuestra relación con los demás, mucho más plena, pueden transfigurar
nuestra, a menudo, pesada y triste vida en Buena -por lo tanto, feliz- Noticia,
renovadora para nosotros y gratificadora para muchos.
Que podamos buscar transfigurar la vida, los
pensamientos, las intenciones, las acciones, todo nuestro ser, para pasar de la
amargura y las tristezas cotidianas al alegre anuncio –la Buena Noticia- del
amor de Dios encarnado en nuestra existencia y desde nosotros hacia todos,
Señor. Así sea.
Intentando, con mucha Paz, Amor y Alegría, ir
transformando la vida de tal manera de hacerla cada vez más feliz noticia de la
misericordia entre todos,
Miguel
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