PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Abril de
2020
Domingo de la
Tercera Semana de Pascua
Lecturas
de la Misa:
Hechos 2, 14. 22-33 / Salmo 15, 1-2. 5. 7-11
Señor, me harás
conocer el camino de la vida / I Pedro 1, 17-21
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
24, 13-35
Aquel día, el primero de la
semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a
unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había
ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo
Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo
reconocieran. Él les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»
Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en
Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»
«¿Qué cosa?», les preguntó.
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el
Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y
de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo
entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos
que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que
sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros
nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el
cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles,
asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y
encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de
entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No
era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su
gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les
interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban,
Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con
nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»
Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la
mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él
había desaparecido de su vista.
Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón,
mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
En ese mismo momento, se pusieron en camino y
regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que
estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y
se apareció a Simón!»
Ellos, por su parte, contaron lo que les había
pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Estos días celebramos
que en Jesús se cumplió la Palabra: «Me harás conocer el
camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu
derecha» (Sal), de lo que, por la fe,
«todos nosotros somos testigos» (1L), porque comprendimos que, antes, «era necesario que el
Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria» (Ev). Y ahora, como dice Pablo: «Por él, ustedes creen
en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la
esperanza de ustedes estén puestas en Dios» (2L).
Retornando desde la falta de fe.
En Chile, país de terremotos, hace algunas
décadas (algunos lo recuerdan) se difundió por “el correo de las brujas” que,
posterior a uno muy violento que nos tocó sufrir, había que poner la figura de
un pez en la puerta que daba a la calle para evitar mayores catástrofes. Y la
inmensa mayoría lo hizo. En un país que también es de inmensa mayoría
cristiana… Todavía, siete lustros después, se puede ver uno en algún dintel
descolorido por ahí.
Por otro lado, con todo lo que se ha hablado
del terrible “coronavirus”, algunos, desde su creencia, alientan a los demás a
confiar -más que en las medidas sanitarias- a alguna imagen o práctica
religiosa milagrosa que puede vencer a la epidemia y sus efectos. O utilizan
mañosamente algún texto bíblico aislado para “culpar” a Dios por la pandemia y,
a la vez, dar órdenes de conductas para que Él “se arrepienta” del mal que está
provocando.
En ambos casos, no hay fe en Dios, sino
superstición: el primero sin confiar en Él, sino en un objeto inanimado y en el
otro con una distorsión de esta, al menos de la fe en el Dios Padre bueno de
Jesús.
Es que una de las más tristes falencias que
tenemos los humanos en general, incluidos quienes nos decimos creyentes, es la
poca fe, que se traduce en falta de esperanza. Somos más bien tendientes a ser desesperanzados.
Pero no somos los únicos en toda la historia.
Este día se nos relata el regreso de una
pareja de seguidores de Jesús, muy desencantados, desde la Jerusalén donde se
había vivido todo el drama de la Pasión de Jesús, hacia el pueblo desde el que
habían salido llenos de ilusiones tras el Nazareno. Uno los puede imaginar hasta
arrastrando los pies. Y comentando, por cierto, los acontecimientos que
acababan de vivir: cómo a su Maestro «nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron
para ser condenado a muerte y lo crucificaron»
Todavía no asimilaban cómo habían llegado a esto, porque
ellos lo habían visto siempre sonriente y confiado-esperanzado en que el Reino
de su Padre, Dios, se iba desarrollando entre ellos, debido a que él «fue un profeta poderoso en obras
y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo», de
tal manera que hacía curaciones milagrosas, pero también recibía con cariño a
quienes habían tenido tropiezos en la vida; muchas veces multiplicó el alimento
para una multitud de necesitados, pero también dio alivio y consuelo a quienes
lo precisaban. Y tenía historias tan hermosas acerca de cómo era Dios y cómo Su
Reinado de amor misericordioso se iba haciendo carne cuando los suyos
replicaban esas conductas con los demás.
¿Por qué terminó todo esto, que se veía tan bello, de esa
manera tan monstruosa?
Cegados por el dolor no fueron capaces de ver en el
peregrino que se les unió quién era éste realmente. Ni siquiera en la
vehemencia con que los reprendió por no comprender lo que podían encontrar, si
hubiesen puesto más atención, en los textos sagrados: «“¡Hombres duros de
entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No
era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su
gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les
interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él»
Sin embargo, algo de lo que habían aprendido
de su Maestro se pudo vislumbrar en ellos: el
cansancio del viaje, más el
abatimiento, no les impidió ser hospitalarios, debido a que «Jesús hizo ademán de seguir
adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde
y el día se acaba”».
Ahora sí, habiendo sido capaces de dejar de
lado, por un rato, sus personales sentimientos (su desesperanza), para prestar
atención y servir al forastero del camino, estaban en condiciones de ver en el
sencillo, pero significativo, gesto de compartir el pan, la fuerza de la
resurrección entre ellos. El Señor estaba con ellos. Había que darles a conocer
esta alegre noticia a sus compañeros. Entonces, desandaron el camino de la
amargura y se dirigieron a donde la esperanza los llevó: hacia su comunidad. En
ese lugar todos comprendieron que Cristo resucita cada vez que nuestros dolores
y angustias son vencidos por el amor solidario y el servicio fraternal.
Siempre nos puede pasar que se nos muera la
esperanza. ¡Tan frágiles somos, Señor! Ayúdanos a poner atención a las veces
que ha ardido nuestro corazón para permitirnos ver ahí los signos de
resurrección que sigues produciendo entre nosotros. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, dar
testimonio fiel de la Resurrección viviendo la fe con una esperanza activa y
con frutos que sirvan a los demás ,
Miguel
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