PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
10 de Mayo de 2020
Domingo de la
Quinta Semana de Pascua
Lecturas
de la Misa:
Hechos 6, 1-7 / Salmo 32, 1-2. 4-5. 18-19 Señor, que descienda tu amor
sobre nosotros /
I Pedro 2, 4-10
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
14, 1-12
Jesús dijo a sus discípulos:
«No se inquieten. Crean en Dios y crean
también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así,
se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido
y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin
de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar
adonde voy.»
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas.
¿Cómo vamos a conocer el camino?»
Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen,
conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.»
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y
eso nos basta.»
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo
que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto
al Padre. ¿Cómo dices: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy
en el Padre y que el Padre está en mí?
Las palabras que digo no son mías: el Padre
que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el
Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también
las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
El evangelio de este
día está tomado de la llamada “Última Cena” y en ese ambiente de despedida,
como «los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia» (Sal), Jesús conoce la desazón que los embarga y alienta a los suyos (y a
nosotros): «cuando haya ido [a la
casa del Padre] y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos
conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes» (Ev), esto debido a que «ustedes […] son una
raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para
anunciar las maravillas de aquel que los llamó» (2L). Desde entonces, y mientras se haga realidad su promesa, «la Palabra de Dios se extendía cada vez más [y] el
número de discípulos aumentaba» (1L), para que alcance cada vez a más personas el regalo del amor de Dios
hecho vida plena.
Con la fuerza resucitadora del Resucitado.
Para los cristianos no hay problemas para
creer en Dios y en Jesús, como solicita él… O, al menos, eso es lo que decimos.
El problema se presenta cuando hay que hacer
“operativa” esa fe: cuando hay que tomar decisiones en el día a día, con los
desafíos y problemas nuevos que se van presentando. Ahí es cuando actuamos
instintiva o impulsivamente o buscamos orientación por cualquier lado, menos de
quien es «el
Camino, la Verdad y la Vida», que es Alguien que tiene una relación
privilegiada con el Padre Dios: «yo estoy
en el Padre y […] el Padre está en mí»
Nos falla la fe como para poder sentir y
decir: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna» (Jn 6,68), como para creer efectivamente, que es lo mismo
que afirmar que le creemos a Jesús.
Y, para poner a prueba esa fe, hay una frase
misteriosa en este texto: «el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún
mayores, porque yo me voy al Padre»… Se
presta para preguntarle: “un momento, Señor, ¿cómo es eso que obras mayores que
las tuyas?”.
Porque a uno se le viene a la
mente, entre muchas otras muy asombrosas, la resurrección de personas que
murieron, como Lázaro (Jn 11) o el
hijo de la viuda (Lc 7) o la
hija de Jairo (Mc 5).
¿Qué puede ser mayor que eso?
Si consideramos aquellos actos
no sólo como milagros portentosos y exclusivamente externos, sino, más bien,
como signos, es decir, medios de los que se valió el Maestro para guiar a
quienes lo rodeaban hacia la vida plena, podríamos decir que los creyentes, quienes
creemos en él, tenemos la capacidad, basados en esa fe -en la fe en que él
mismo actúa desde nosotros, desde que resucitó y “se fue” al Padre- de hacerlos
mayores, entendiendo por esto, realizar signos de Vida que no beneficiarán a
personas individuales, sino a muchos, tantos más que han vivido desde que él
hizo su paso por nuestra tierra y atendió las necesidades de quienes lograron
cruzar su camino.
Pensemos, por ejemplo, en que bien se podría
decir que hay tantos que han nacido, pero no necesariamente han vivido,
lamentablemente. Ahí tenemos a nuestro alcance la posibilidad, muchas veces, de
“resucitar” -o ayudar a vivir más plena y dignamente-, con la fuerza del
Resucitado, por cierto, a quienes están padeciendo distintas muertes.
Los hay, como sabemos, quienes literal y
dolorosamente mueren de hambre. En ese caso, el que cree en él buscará
la forma de dar alimento en el momento y, posteriormente, de ayudar a que nadie
padezca más de esa carencia.
También es literal la muerte que puede
provocar esa plaga terrible que son los feminicidios. El que cree en él
intentará proteger a las demasiadas agredidas y luchará por acabar con la
mentalidad machista que está detrás de esos crímenes.
Otros se encuentran en la muerte de las
adicciones. Ante esto, el que cree en él trabajará para sanar esa
verdadera enfermedad que esclaviza inmisericordemente y también en contra de
las organizaciones que lucran con los vicios.
Todo lo anterior, sólo como ejemplos muy
sumarios. Tristemente, existen muchas otras -innumerables- muertes, desde las
que es necesario ayudar a rescatar –resucitar- a tantos hermanos de humanidad.
Por ello es que, el que cree en él, tiene mucho trabajo por delante.
Para que no sea imposible esta concreción de la fe en Jesús, es necesario
unirse a todos los otros que también creen en él, y a quienes que, aunque no
manifiestan creencias, están en la misma vía, para buscar juntos construir
soluciones, de tal manera de poder hacer esas “obras mayores” que confía
nuestro Maestro seremos capaces de realizar nosotros, inspirados en él.
Auméntanos la fe, Señor, para que esta se manifieste en acciones
concretas, las cuales beneficien a quienes pasan por dificultades, dolores y
privaciones que no les permiten tener Vida en abundancia, como la que viniste a
traernos y para lo que nos convocas. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, confiar en
que nada es imposible para Dios, menos cuando nos ponemos a su disposición para
realizar sus obras,
Miguel
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