miércoles, 20 de mayo de 2020

Transformar en vivencias sus enseñanzas


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
24 de Mayo de 2020
La Ascensión del Señor

Lecturas de la Misa:
Hechos 1, 1-11 / Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     28, 16-20
Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
 Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo».
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Al momento de su despedida, Jesús, urge a sus seguidores, de entonces y de hoy: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos» (Ev). Y, «para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados» (2L) –nos recuerda la Escritura- quien hace el envío es aquel a quien la Resurrección acreditó como «el Rey de toda la tierra» (Sal). Todo esto implica que ser discípulos suyos es recorrer el camino a la vida plena o eterna. No hay tiempo que perder, por eso sus ángeles cuestionan: «¿por qué siguen mirando al cielo?» (1L), es en la tierra y ahora que debe llevarse a cabo esta tarea.
Aprender para llevar a la práctica.
Sabios ha habido siempre. Antes, durante y después del paso por nuestra tierra del Hijo de Dios. Todos han hecho aportes que, sumados, han permitido un mejor desarrollo de la humanidad. Pero pocas enseñanzas suyas han perdurado de la manera como lo han hecho las del Nazareno: manteniéndose vivas y transformando vidas por tanto tiempo.
En nuestra cultura la palabra enseñar suele implicar exclusivamente la entrega y recepción bastante pasiva de conocimientos, cuyo objetivo sería la acumulación de estos. Eventualmente, de esto puede surgir un nuevo maestro que enseñe a su vez y, así, crece y se difunde ese saber.
Es innegable que la fe en el Resucitado también requiere, tal como hizo con sus discípulos, a quienes «les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras» (Lc 24,45), la utilización de esa gran herramienta que es el cerebro, del cual el mismo Creador nos dotó, con las inmensas capacidades que este tiene. Incluida la muy poco valorada habilidad de cuestionarlo todo (la cual es mirada con sospecha por toda institución y las personas que se sienten dueñas de la verdad absoluta).
Pues bien, parece necesario no excluir esta fantástica capacidad también de las experiencias más sagradas que recibamos. Tal como nos muestra este texto, en el cual hay un encuentro maravilloso, y, «sin embargo, algunos todavía dudaron». Porque tamaño suceso es para preguntarse: “¿qué sucede aquí?” “¿cómo puede ser esto posible”. Claro que es muy probable que después de esa natural reacción y la reflexión que esto conlleva, posteriormente se entregaron a la causa del Resucitado honesta y fielmente.
Es que, recordemos que la historia humana ha demostrado demasiadas veces que sin espacio para dudar sólo existe el fanatismo. Y a esos los siguen sólo los ciegos y los más fanáticos, sin producir mucho fruto de humanidad. Más bien, al contrario.
La duda, por otro lado, si se ejerce de la mano de otros valientes que se atreven a pensar y entender el sentido de lo que se hace, puede ayudar a forjar convicciones más firmes.
Pero es necesario tener siempre presente que las enseñanzas de Jesús no son para quedarse en aprendizaje intelectual, sino para hacerlas vivencia. O no hubiese sido posible que cruzasen los siglos con tanto provecho para los hombres y mujeres de nuestro mundo, desde el momento en que fueron pronunciadas estas palabras hasta hoy mismo, logrando el que «todos los pueblos sean mis discípulos». Y así seguirá siendo «hasta el fin del mundo», tiempo en que él estará permanentemente presente, precisamente, en la acción de quienes hicieron propios sus mandatos.

Y, en paréntesis: es más probable que estos surjan de los que ejercieron la duda primero, que de aquellos que se aferran ciegamente a lo que les dijeron otros.
Como sea, a todos quienes se animan a aceptar esta invitación de Jesús se les hace beneficiarios de esta bella bendición: «Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo» (Ef 1,17-20).
A ver qué hace cada quien con estos dones divinos recibidos.

La tentación de quedarnos mirando “hacia arriba” es fuerte. Pero tu palabra y tus enseñanzas, Señor, son que miremos hacia aquellos que están diametralmente en la otra posición: los sencillos, los desamparados, los cansados y que los sirvamos en tu nombre. Danos la fuerza. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, “ascender” en la escala de la humanidad, a la manera de Jesús: descendiendo hacia el servicio útil para los demás,
Miguel

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