miércoles, 10 de junio de 2020

Cómo se manifiesta la Vida de Dios en nosotros


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
14 de Junio de 2020
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Lecturas de la Misa:
Deuteronomio 8, 2-3. 14-16 / Salmo 147, 12-15.19-20 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén! / I Corintios 10, 16-18

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 51-58
    Jesús dijo a los judíos:
    «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
    Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»
    Jesús les respondió: «Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
    Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
    Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
    Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
El Señor es providente: «Él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo» (Sal); Moisés, además, reafirma sus cuidados, recordando la presencia permanente de Dios al lado de su pueblo, en su largo peregrinar después de rescatarlos de la esclavitud, ya que «en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná» (1L), el cual era un pan caído del cielo. Sin embargo, Jesús afirma: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo» (Ev), lo que hace concluir a Pablo, por su parte, que: «Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan» (2L). El objetivo de Dios es dar y darse para conseguir la unidad fraterna de la familia humana.
Comer y beber Vida produce Vida.
Si creemos en las palabras de Jesús, cuando afirma que «mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida», se entendería que, tal como ocurre con cualquier alimento, el cual pasa a ser parte de quien lo consuma, una misma Vida (la Eterna) corre por Dios, por el «Hijo del hombre» y por quienes se sustenten de este «pan bajado del cielo».
Teniendo presente que «la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu» (Heb 4,12), corresponde comprender que ella no puede pasarnos inadvertida o significaría que no la hemos leído realmente. Lo natural es, entonces, que el texto de este día nos “hiera” las comodidades, los prejuicios y los hábitos. Algunos ejemplos:
Decía San Romero de América, muy en el espíritu del Evangelio que predicaba el Maestro, que “Una religión de misa dominical, pero de semanas injustas no gusta al Señor”. Porque uno de sus atributos es que Él «gobierna al mundo con justicia» (Sal 9,9), por lo que sería necesario buscar «primero el Reino y su justicia» (Mt 6,33) ¿Cuál es su justicia? «soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo…» (Is 58,6-7). En consecuencia, quienes no buscan -cada vez más y cada vez mejor- una justicia semejante a esta, no están demostrando que la Vida de Dios nutre la propia.
Aunque sean asiduos a comulgar el pan eucarístico.
Otra bella característica de nuestro Dios que podemos descubrir en las Escrituras es que «La misericordia del Señor no se extingue ni se agota su compasión» (Lam 3,22). Recordemos, a propósito de esto, aquel pasaje donde al Maestro se le critica por juntarse con gente “no recomendable”, según los buenos creyentes de su tiempo «Entonces, Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: ‘Yo quiero misericordia y no sacrificios’. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”» (Mt 9,12-13).
He aquí un nuevo desafío para que se note que nos alimentamos de Jesús: misericordia en lugar de ritos, devociones y cumplimientos.
Por último, en este breve resumen, que sólo pretende hacer un boceto de “la Vida que hay en Dios”, mencionemos el que se nos afirma que «Dios es amor» (1 Jn 4,8) y, a mayor abundancia, el autor sagrado enseña: «si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros […] El que dice: “Amo a Dios”, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano» (1 Jn 4,11-12.20-21).
Es decir, quienes “mienten”, según los criterios de Juan, son aquellos a quienes no les corre por su “sistema digestivo espiritual” el pan bajado del cielo.
Podríamos concluir que existen muy buenas personas, convencidas de que la hostia y el vino consagrados son el cuerpo y la sangre de Cristo y, sin embargo, a la vez, sus acciones pueden ser contrarias a esta Palabra afilada como espada. Esto diría de ellas que no han comido ni bebido estas especies en el sentido que le importaría al propio Jesús.
Pero las enseñanzas de nuestro Maestro son, al estilo de su Padre, compasivas y misericordiosas, por lo que la idea de contrastar nuestras experiencias (nuestra natural debilidad) con ella, no debiese afligir, sino, más bien, intentar convertir.
Nuestro Maestro nos desafió: «sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo» (1 Jn 4,11-12.20-21). Esta no pretende ser una carga pesada, sino una invitación esperanzada a que vayamos mejorando la calidad de nuestra vida personal y comunitaria (cada quien a su paso, con sus capacidades y habilidades y tomando en cuenta sus debilidades), de tal manera que tenga progresivamente más sentido el sentirse alimentados por la Vida de quien es la Vida en abundancia.
No podríamos dejar de mencionar, como ejemplo concreto y luminoso, las (¡Gracias a Dios!) múltiples iniciativas que han surgido para paliar uno de los terribles efectos de la pandemia: la pobreza. Nos referimos a las ollas comunes y comedores populares que buscan saciar eficazmente el hambre física, la cual es un obstáculo para buscar “alimentar el espíritu”.
Además, la acción de estos creyentes -y también quienes no lo son-, podemos entenderla como herramientas de las que se vale el Señor para llevar ambos alimentos (cada uno símbolo del otro) a quienes lo necesitan. ¡Bendito sea Dios por esos hermanos compasivos!

Queremos honrar tu deseo, Señor, de poder hacer todo lo que hiciste para el bien de los demás, en conmemoración tuya, que es, según aprendimos de ti, la auténtica forma de tener vida en nosotros: la Vida Eterna, la Vida plena hoy. Fortalécenos en esta intención. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender a hacer vida en abundancia la Palabra Viva del Dios de la Justicia, la Misericordia y la Caridad,
Miguel

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