PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Julio de
2020
Domingo de la
Décimo Séptima Semana Durante el Año
Lecturas
de la Misa:
I Reyes 3, 5-12 / Salmo 118, 57. 72. 76-77. 127-130 ¡Cuánto amo tu ley, Señor! / Romanos 8, 28-30
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
13, 44-52
Jesús dijo a la multitud:
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
«¿Comprendieron todo esto?»
«Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
«¿Comprendieron todo esto?»
«Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Como «Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo
aman» (2L), «el Reino de los Cielos
se parece» (Ev) o se hace presente por medio
de quienes aprovechan el que, entre esas cosas maravillosas, nos ha ofrecido: «Te doy un corazón
sabio y prudente» (1L), y éste lo utilizan para
captar e intentar vivir su mensaje, de manera de hacer realidad que, más que
los bienes materiales: «El Señor es mi herencia: yo he decidido cumplir tus
palabras» (Sal). Y las hacen parte de su
existencia con alegría servidora.
Que no son tan religiosas, necesariamente.
En 1988 se estrenaba en EEUU, en medio de
escándalo público, la película “La última tentación de Cristo". Una de las
pancartas de los agresivos manifestantes decía: "Algunas cosas son
sagradas". Para su primera exhibición en Francia, desde el grupo de
protestantes fue lanzada una bomba molotov que provocó 4 heridos. En nuestro
país la censura que había la prohíbe.
Lo llamativo era que hasta ese momento nadie
la había visto aún.
¿Por qué la polémica, entonces? Porque,
según lo que vagamente se sabía, mostraba a un Jesús demasiado humano para el
gusto de esta gente muy religiosa. Tan humano aparecía que tenía una relación e
hijos con María Magdalena (¡sexo! el peor ataque del demonio para un sector del
cristianismo).
En Chile retornó la democracia, pero no la
tolerancia con esta producción, ya que volvió a ser prohibida judicialmente
para proteger de la amenaza que esta versión natural suponía contra la frágil
imagen de Cristo que tenía un grupo de cristianos.
El autor de la novela, en la cual esta obra
se basaba había dicho: “La doble personalidad de Cristo -el sufrimiento, tanto
humano como sobrehumano, de un hombre para alcanzar a Dios- ha sido siempre un
misterio para mí”. Esta obra era una forma de expresar su fe.
Por su parte, el director, el reputadísimo
Martin Scorsese, explicaba que en el film (en el cual se aclara desde el
comienzo que es una ficción no basada en los Evangelios) se mostraba cómo “la
dignidad de Cristo es algo que él mismo descubre, luchando con su naturaleza
humana”, porque, agregaba muy acertadamente, si Jesús sólo fuera Dios le
hubiese sido demasiado fácil pasar por su pasión y su cruz; la gracia era,
precisamente, que quien lo hizo fue un ser humano con todas nuestras
dificultades y miedos. Contó que era una película que había hecho para su fe en
Dios.
En su momento, dado el revuelo causado, algunos
se preguntaban -nosotros también-, ¿se ofenderá Dios por una película? ¿no
habrá cosas más graves contra las que protestar y que -basados en el Jesús,
ahora sí, de los Evangelios- debiesen causar más escándalo y convocar a repudiar
a quienes se digan cristianos?
Esto, debido a que podemos constatar que a
demasiado pocos de quienes se dicen seguidores de Jesús les produce tanta
irritación el hambre y el sufrimiento de los pobres, por ejemplo. Porque, sí,
hay cosas sagradas, pero, si creemos que Dios es Todopoderoso, no podría ser
tan “delicado” como para ser afectado por lo que pensemos o digamos sus
pequeñas criaturas. De lo que positivamente podemos estar ciertos es que, según
nos enseñó nuestro Maestro Jesús, lo más sagrado para Él es el ser humano (Mc 2,27).
Jesús en los textos precedentes al de este
día, ha estado mostrando ejemplos de su comprensión acerca de la voluntad del
Padre Dios para sus hijos, los hombres y mujeres del mundo: cómo debiésemos
relacionarnos.
Ese estilo, él lo llamaba «El Reino de los Cielos», que era la forma respetuosa, evitando
nombrarlo, como Mateo nos cuenta que decía “Reino de Dios” el Maestro. Porque
si Dios reina en y entre nosotros, las relaciones humanas son distintas a
aquellas llenas de egoísmo e indiferencia que solemos utilizar cotidianamente.
Y cuando se encuentra ese tesoro de
humanidad, esa bella y enriquecedora forma, nada puede ser más valioso; nada –
ningún tesoro, ninguna perla- se le puede comparar.
Pero también hay que tener presente
que los seres humanos somos todos distintos unos de otros, y que el tejido de nuestras
interrelaciones tiene muchísimas variantes. Y, como si fuera poco, para los
creyentes posteriores a los destinatarios originales de estos mensajes
-nosotros-, el mundo es completamente distinto.
Debido a todo esto, es necesario -si
queremos ser fieles a nuestro Maestro de vida- que ante las distintas
situaciones que nos vayamos enfrentando, continuamente estemos alimentando la
sabiduría, personal y comunitaria, de tal manera de saber separar, en nuestro
día a día, los “malos peces” -aquellos alimentados de actitudes dogmáticas y de
normas implacables- de aquellos otros que son más justos, es decir más
parecidos a como es el Señor: misericordiosos y compasivos (Sal 103,8).
Para nutrir esa conciencia, entonces,
habría que rescatar de las reservas del tesoro de las Escrituras «lo nuevo y lo viejo».
Lo que siempre -por nuestra persistencia en dejarnos llevar por los
criterios “del mundo”- será novedad: el amor por sobre el egoísmo y la revancha
(Mt 5,38-48) ; y lo antiguo, pero siempre sabio, como lo que decía un profeta de
Dios, siglos antes de Jesús: «¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios
(sus misas, sus devociones, sus alabanzas)? –dice el Señor– […] No me sigan
trayendo vanas ofrendas […] Cuando extienden sus manos, yo cierro los ojos; por
más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las manos de ustedes están
llenas de sangre! ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus
acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el
derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la
viuda!» (Is 1,11-17).
Ahí está, en la fraternidad y en el cuidado por los desvalidos, lo más
sagrado para nuestro Dios.
Queremos alabarte y honrarte siempre, movidos por nuestro cariño a ti,
Señor, pero no siempre sabemos cómo hacerlo. Permite que la sabiduría del
Espíritu Santo inunde la nuestra, para descubrir la forma de realizarlo
permanentemente en los humildes y necesitados, tal como nos enseñaste. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, valorar,
siempre más, lo sagrado que es la vida, poniendo en primer lugar su dignidad y plenitud
para cada persona,
Miguel
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