miércoles, 2 de septiembre de 2020

Corregir, pero sin perder la fraternidad

 

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

6 de Septiembre de 2020

Domingo de la Vigésimo Tercera Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Ezequiel 33, 7-9 / Salmo 94, 1-2. 6-9 Ojalá hoy escuchen la voz del Señor / Romanos 13, 8-10

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     18, 15-20


    Jesús dijo a sus discípulos:
    «Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
    Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
    También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Pablo, siguiendo las enseñanzas de Jesús, hace una certera síntesis de la Biblia: «los mandamientos […] se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (2L). Pero ese amor sólo es efectivo si se manifiesta de maneras concretas, por ejemplo: advirtiéndole para que «abandone su mala conducta» (1L), pues «si te escucha, habrás ganado a tu hermano» (Ev), además de ayudarlo a superar lo que estaba haciendo mal, ganándolo para la Vida y para la comunidad, en la unidad de saber que «Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que Él apacienta» (Sal).

Como hermanos, no como rivales.

No existe comunidad humana (familia, grupo de trabajo, congregación de fe; la que sea) que no tenga habitualmente conflictos. El hecho de que seamos -gracias a Dios- todos diferentes, aporta una hermosa pluralidad a las decisiones que como agrupación tomemos. Pero la contraparte de esto es que también las opciones y opiniones legítimas de unos pueden chocar con las también legítimas de los otros. Y, pese a que ambas cosas, como hemos dicho, están muy bien, el no saber manejar las normales discrepancias, lleva, a corto o largo plazo a la destrucción irremediable del proyecto común.

Hubo un tiempo en la Iglesia -y existen todavía corrientes cristianas que lo imponen- en que no estaba permitido el llevar las transgresiones que un miembro de la institución hubiese cometido a la justicia ordinaria o “de los hombres”, presumiendo que los órganos que ésta se había dado internamente (o los criterios de los pastores) eran más correctos, porque estarían en línea con la “justicia de Dios”.

Hoy es difícil que se acepte algo así, pero cierto aire queda… Sin ir más lejos, esta concepción estaba detrás de la anti-evangélica práctica del encubrimiento en los casos de abuso sexual y de poder que tanto daño le han hecho a la Iglesia Católica, por ejemplo.

En nuestra época, cada vez más, se entiende que las leyes son claras y aplican para todos sin excepción. Que, si además son pecado, merecen sanción interna, pero eso no exime del castigo social que todo delito amerita.

Claro que no toda diferencia llega a ese trágico nivel. De hecho, son más cotidianas las discrepancias de estilo o de acción u omisión ante los diferentes desafíos que a todo grupo humano vivo y dinámico se le presentan. Ahí es posible cometer errores que podrían afectar el buen desarrollo de las actividades o el objetivo principal de la organización.

El que nos trae el evangelio de este día es un método progresivamente pedagógico de enfrentar las naturales discrepancias que suelen acontecer en cualquier grupo humano. Pero es necesario advertir que, como todo en las Escrituras, no hace bien entenderlo como un manual con instrucciones paso a paso. Eso podría desvirtuar el carácter misericordioso del Padre Dios, quien nos hizo libres para tomar nuestras propias decisiones y de la libertad que nos otorgó el Señor (Gal 5,1). Por eso, como todo en la Biblia, hay que leerlo desde la clave del mandamiento del Amor, voluntaria y creativamente vivido.

Existen muchas técnicas y tipos de intervenciones desarrolladas por profesionales para esto. Pero, desde la perspectiva del Reino de Dios, según entendemos del texto que se nos presenta, el criterio parece ser corregir, pero sin perder la fraternidad.

Por eso Jesús invita: «corrígelo en privado». Porque en esto, como en todo, rige la regla principal de sus seguidores: el amor al prójimo. Entonces, si acoge tu preocupación cariñosa, es decir, «si te escucha, habrás ganado a tu hermano», recuperándolo del camino del error.

Pero también puede suceder que, en su criterio no se sienta equivocado, debido a lo cual persista en su actitud.

En ese caso, manteniéndose sin aspavientos, se sugiere al discípulo del Maestro del amor, consultar a otros miembros de la congregación acerca de la situación: «busca una o dos personas más», para agregar perspectivas, debido a que también es posible que el corregidor sea quien esté equivocado: es muy sano ser humildes en este tipo de cosas, por el bien de todos.


Si resulta que el consenso de esta comisión espontánea es que las acciones del hermano cuestionado al comienzo son dañinas para el servicio que presta la organización, ya sería tiempo de darlo a conocer a todos, para que colectivamente intenten hacerlo entrar en razón. Ahora, «si tampoco quiere escuchar a la comunidad», él voluntariamente se ha puesto al margen de los principios que los unían, por lo tanto, ya no sería de “los nuestros”. Pero, ojo, que eso tampoco lo transforma automáticamente en un enemigo, sino es sólo alguien que, por sus propias opciones, ha sido considerado por todos como un elemento que sería una carga o un obstáculo para desarrollar de buena manera nuestros fines.

Es significativo que Jesús termine la enseñanza de este evangelio hablando del poder del perdón y la oración, porque ambas herramientas son muy necesarias para hacer un buen discernimiento acerca de quién está efectivamente “atornillando al revés” y quién está, más bien, buscando desafiar la comodidad rutinaria de nuestra comunidad, por lo que, en vez de reprenderlo, nos podría hacer muy bien dejarnos sacudir por sus cuestionamientos, tomando en cuenta lo que tiene de verdadero y tratar de cambiar para servir mejor.

 

Con el poder que nos diste de intentar hacerte presente al formar comunidad en tu nombre, Señor, te pedimos que orientes nuestras decisiones para que nuestra unión de amor pueda hacer la fuerza que permita construir el Reino de la justicia y la paz. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aportar a ser comunidades fraternas, aún en las dificultades y, sobre todo en ellas, porque es allí donde se prueba lo que es verdadero,

Miguel

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