miércoles, 16 de septiembre de 2020

Sobre qué merece el nombre de Justicia

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

20 de Septiembre de 2020

Domingo de la Vigésimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 55, 6-9 / Salmo 144, 2-3. 8-9. 17-18 El Señor está cerca de aquellos que lo invocan / Filipenses 1, 20-26

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     19, 30—20, 16


    Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
    Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo". Y ellos fueron.
    Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
    Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros".
    Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada".
    El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
    Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Como bien nos dice el Señor por boca del profeta: «los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos» (1L), ya que, al contrario de nosotros, «El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones» (Sal). Tanto es así, que Jesús nos lo representa como alguien en búsqueda permanente de quienes están en necesidad para darles una solución y ser generoso con ellos (Ev). Entonces, si nos decimos cristianos, como para decir «para mí la vida es Cristo» (2L), sintámonos llamados a agradecer tanta preocupación y dedicación, preocupándonos y dedicándonos, a nuestra vez, por quienes lo necesitan y no le conocen.

La Justicia y los remedos de esta.

Principalmente como efecto de la pandemia que aún sufrimos, la cesantía ha aumentado violentamente y, como sabemos, los salarios tardarán bastante más en recuperarse que la economía. Adicional a esto, ya se está discutiendo el valor de lo que se oficializará como el nuevo sueldo mínimo. Por largo tiempo escucharemos, entonces, de lo “posible”, pero difícilmente será tiempo de mencionar lo “justo”.

De hecho, en tiempos normales, cuando nuestro país era modelo para otros, con niveles superiores de ingreso y, sobre todo, de consumo (ese indicador tan importante para los especialistas), el llamado salario mínimo no alcanzaba para cubrir lo que suena a lógico: las necesidades mínimas de las personas, ni siquiera para vivir, sino para sobrevivir… porque ese nivel de sueldos, como se ha verificado en diversos estudio, mantiene, pese a ello, a las familias bajo el nivel de la pobreza.

Así fue que hubo un obispo católico, hace trece años, el cual se atrevió a sugerir la creación de un salario ético (bastante mayor que el otro, porque se acercaba más a cubrir las necesidades de los trabajadores), lo que le mereció ser atacado por los economistas, tachándolo de ignorante.

De eso no se ha vuelto a hablar y, lamentablemente, como es de suponer, nada parecido oiremos por largo tiempo.

La relación de todo lo anterior con el evangelio es que, como veíamos en una meditación anterior, nuestros cálculos no se asemejan a los del Padre Bueno, porque nuestras matemáticas son miserables comparadas con las del Reino de Dios.

El texto que se nos presenta este día es un buen recordatorio de aquello.

Aún hoy, dos milenios después de estas palabras, uno se encuentra con cristianos -si no somos nosotros mismos- que se rebelan ante la actitud del propietario protagonista de esta parábola, tachándola de “injusta”.

Es que nuestra justicia, la que predomina y de la forma cómo la comprendemos en nuestra sociedad, se define como “dar a cada uno lo que es suyo”, mientras que la de Dios parece resumirse mejor en “dar a cada uno lo que necesita”.

Nuestra justicia puede, con suerte, ser compasiva-caritativa con los (algunos) sufrientes; la justicia de Dios se pone -poniéndose Él mismo- en el lugar del necesitado (Hb 4,15).

Las diferencias son abismales.

Pero para poder ir asemejándonos -cada vez más y cada vez mejor- a Su perfecta sabiduría justa, tenemos como Maestro al mismo Dios, mediante las palabras y acciones de Su Hijo Único, Jesús.

Su enseñanza en esta ocasión es que el amor de Dios o «el Reino de los Cielos se parece a un propietario» de una viña que va contratando jornaleros en grupos, a medida que va transcurriendo el día. Sólo con quienes contactó temprano en la mañana acordó el pago: «un denario por día»; a los que iba sumando a la faena les prometió: «les pagaré lo que sea justo».

Terminado el día laboral, llegó el momento de pagar lo que correspondía y, sorprendentemente, (incluso para nuestra cultura que se vanagloria de inspirarse en el cristianismo) a todos, sin importar cuánto tiempo dedicaron a la faena, se les canceló lo mismo: un denario (el monto equivalente al salario necesario para un día).

Aquí entra nuestra natural (¿o adquirida?) envidia: no es justo, porque ellos trabajaron menos…

Pero pocos recuerdan que a los que trabajaron más se les prometió eso y escrupulosamente se les cumplió.

Un denario debiese ser considerado justo, incluso según nuestros pobres parámetros. El problema se p


rovoca no porque no les cumplieron, sino al compararse: “¿por qué a ellos lo mismo?”

La respuesta para este grupo de jornaleros -que bastante nos representan- es claramente la que el Padre de los cielos nos diría y nos dice en situaciones semejantes: porque ellos también necesitan llevar sustento a sus hogares o «¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?. Añadiendo un cuestionamiento más fuerte: ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?».

Nuestra justicia, la que obtenemos en nuestra sociedad, comete muchas injusticias: cientos de personas en situación de calle, miles de niños habitando permanentemente (y mal) en hogares estatales, muchos adultos mayores abandonados en residencias especializadas (y no tanto), entre otros males de nuestra sociedad, como el ya mencionado del salario mínimo, lo confirman.

¿Qué sucede con la que podríamos llamar “justicia de Dios”, en estos casos?

Que quienes están llamados a proveerla, implementarla, desarrollarla, es decir, sus hijos -nosotros- estamos preocupados más de lo que “nos toca” que lo que el Señor quisiera que tuviesen también nuestros hermanos. Debido a eso, no dedicamos tiempo suficiente a otorgar lo mejor de nosotros para buscar equiparar las oportunidades para todos, de tal manera que los últimos puedan ser los primeros en recibir atención.

Eso es lo justo, porque es lo digno y, por eso mismo, es lo amado por el Padre Dios.

 

Todos decimos odiar las injusticias y, normalmente, reaccionamos cuando las cometen con nosotros, pero pocas veces trabajamos por el Reino y su justicia para todos, como nos alentaste tú, Señor. Ayúdanos a vencer comodidades egoístas para ser más coherentemente fieles a ti. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender a ser justos y a trabajar por la justicia para todos, porque de lo contrario no es justicia,

Miguel

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Servir para ser cristianos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 22 de Septiembre de 2024                          ...