miércoles, 4 de noviembre de 2020

Prepararse, ¿para qué? ¿cómo?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

8 de Noviembre de 2020

Domingo de la Trigésimo Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Sabiduría 6, 12-16 / Salmo 62, 2-8 Mi alma tiene sed de ti, Señor / Tesalonicenses 4, 13-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     25, 1-13


    Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
    El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
    Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
    Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: «Ya viene el esposo, salgan a su encuentro».
    Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: «¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?» Pero éstas les respondieron: «No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado».
    Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
    Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos».
    Pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco».
    Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

La sabiduría «se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan» (1L), «yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti» (Sal). Esta es la sabiduría de conocer a Dios y su amor manifestado en toda la tierra y a todos los seres vivos. Nuestra búsqueda de ella sería intentar asemejarse a nuestro Creador, manteniendo las lámparas llenas del aceite de la fraternidad solidaria (Ev), movidos por una esperanza que vence a la muerte (2L).

¿El Reino vendrá o ya está aquí?

Nuestra vida es un constante esperar: que a fin de mes tengamos nuestro salario; que llegue un cumpleaños o alguna otra fecha importante para nosotros durante el año; que nazca el bebé; que sea ya la hora de almuerzo o la de salida; las vacaciones… o, ahora, que podamos salir de esta terrible pandemia.

Normalmente, para cada uno de esos eventos nos preparamos de alguna manera.

En el evangelio de este día, como en muchos otros, Jesús invita a tener una conveniente preparación -también- para acoger el Reino en nuestra vida.

El ejemplo que usa este día recoge tradiciones de las fiestas de bodas de su tiempo y de su tierra. Según nos cuentan los estudiosos, en las horas previas a la fiesta misma, diez jóvenes esperaban en las afueras de la casa de la novia para acompañar al esposo, iluminando su caminar hacia ella, ya que, según la costumbre, este llegaba cerca de la medianoche, pero no había un horario determinado para este momento.

Entonces, el Maestro imagina en esta historia que la mitad de las encargadas de esperar y acompañar al novio eran sabias, ya que llevaban aceite de repuesto, por si se les acababa a sus lámparas en lo que éste demorase, y las otras no fueron previsoras en ese sentido. Y que a las pobres niñas las vence el sueño, hasta que las despierta el grito: «Ya viene el esposo, salgan a su encuentro», se produce el alboroto, pero en los ajustes para cumplir su misión, las “necias” se dan cuenta de que sus lámparas probablemente no tendrían combustible suficiente, por lo que piden del suyo a las otras. Sin embargo, como estas eran “prudentes”, calcularon que «No va a alcanzar para todas», sugiriéndole a sus compañeras que fuesen a aprovisionarse de manera conveniente.

Lamentablemente para ellas, el trámite atrasado las dejó fuera de la fiesta y el Señor desconoció su indigna falta de preparación.

Tradicionalmente, se interpreta esta parábola escatológicamente (lo que sucederá al final de los tiempos o al final de nuestro tiempo personal): El aceite son las buenas acciones exigidas a cada uno para poder recibir la gracia de entrar en la felicidad divina del cielo. Estar vigilantes en todo tiempo y lugar es la condición necesaria para mantenerse en las buenas obras; dejar apagar la lámpara por culpa del sueño es caer en pecado. Y la muerte -o el regreso de Cristo- suele sorprender con su venida.

Por nuestra parte, recordamos que el Maestro, al comienzo de su ministerio señaló: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca» (Mc 1,15) y luego: «el Reino de Dios está entre ustedes» (Lc 17,21), lo que nos hace entender este concepto, no como la estación final del recorrido, sino como una realidad dinámica. Y ésta se construye desde ya: «Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt 6,33), entendiendo que esa búsqueda se concreta en el servicio: «sanen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”» (Lc 10,9).

Otra característica del Reino es que les pertenece, en primer término, a los pequeños de este m


undo (Mt 19,14; Lc 12,32), aunque todos somos invitados -sin necesidad de hacer méritos- para ser parte de esta fiesta (Mt 22,9), porque el amor de Dios es tan grande que en él cabemos todos (Mt 5,45).

Significativo es, por último, que la imagen que utiliza en esta parábola, como en muchas otras, sea de una de las celebraciones más alegres que conocemos los humanos: una boda.

Como para que no perdamos de vista que el Reino es gozo y no obligaciones, en primer lugar.

Creemos, en suma, que, como dijo alguien, más que tener la mente ocupada en lo que sería la segunda venida de Cristo, debiésemos intentar hacer lo que nos enseñó en su primera venida.

De esa manera, es muy probable que tengamos el aceite suficiente para la “venida del novio”. Y, así, hay más posibilidades de entrar a la celebración eterna con él.

 

Solemos decir que tuyo es el Reino, Señor, pero habitualmente olvidamos que en todo lugar y momento en que hay amor, reinas tú. Y que esa es la invitación-misión que nos diste: a hacer concreto tu amor en medio nuestro, para encontrar la felicidad para la que fuimos creados. Ayúdanos, entonces, a ser constantes en el servicio, la fraternidad y la solidaridad. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, ser fieles hoy, porque amamos al Señor, sin ocupar demasiado la mente en qué puede suceder en el futuro,

Miguel

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