miércoles, 30 de diciembre de 2020

El Principio de todo… según la fe en Jesús

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

3 de Enero de 2021

Domingo Segundo después de Navidad

 

Lecturas de la Misa:

Eclesiástico 24, 1-2. 8-12 / Salmo 147, 12-15. 19-20 La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros / Efesios 1, 3-6. 15-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     1, 1-5. 9-14


Al principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,

y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,

y las tinieblas no la percibieron.

La Palabra era la luz verdadera

que, al venir a este mundo,

ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,

y el mundo fue hecho por medio de ella,

y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,

y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,

a los que creen en su Nombre,

les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,

ni por obra de la carne,

ni de la voluntad del hombre,

sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne

y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,

la gloria que recibe del Padre como Hijo único,

lleno de gracia y de verdad.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nos cuenta la sabiduría de Dios: «Yo eché raíces en un Pueblo glorioso» (1L) y el salmista abunda en su origen, diciendo que Él «envía su mensaje a la tierra» (Sal). Por la fe, nosotros sabemos que esta sabiduría, este mensaje, es Jesús mismo y que «a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios» (Ev). Es así que podemos recibir agradecidos la siguiente bendición: «Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente» (2L) y vivir ese conocimiento como lo harían sus hijos.

Y los principios que debiesen guiar a los que creen en él.

La comunidad del evangelista Juan comparte sus reflexiones acerca de quién es el Señor en quien creen.

Tomando en cuenta que su cultura religiosa estaba influida por el texto sagrado de los judíos (nuestro Antiguo Testamento), el cual comienza así: «Al principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gn 1,1), ¿cómo podían expresar lo que percibían como la divinidad de Cristo?

Su inspiración comunitaria les decía que en ese “momento inicial” ya «existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe»

O, dicho de otra forma, la Palabra (el Verbo, el pensamiento inteligente que se transforma en acción) ya estaba en el origen de todo, como otra entidad divina “al lado” del Creador.

Entonces, cuando «Dios dijo: “Que exista la luz”. Y la luz existió» (Gn 1,3) y después siguió diciendo y lo que decía era creado, esa era la Palabra actuando.

Y este bello himno teológico resulta ser una ayuda para orientar y darle sentido concreto a nuestra propia forma de creer en Él.

Porque el que «la Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre […] Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» da a entender que esa persona-Dios se hizo humano y nosotros creemos que ése es Jesús de Nazaret.

De todo lo anterior se concluye que, quien busque honestamente a Dios, entenderá que en Jesús podemos ver el rostro humano de Dios; que en sus gestos de tierna cercanía con los demás se nos fue revelando de manera humana cómo es y cómo nos ama Dios; que en sus palabras podemos escuchar la voz del Creador: sus invitaciones y sus promesas; y que en su proyecto humanizador descubrimos el proyecto del Padre para nosotros.

Podríamos decir, por ejemplo, que la compasiva sensibilidad de Jesús para ir en busca de los enfermos, sanar sus males y aliviar su sufrimiento, nos descubre cómo nos mira Dios cuando nos ve sufrir, y, por compartir “la misma sangre” suya, cómo nos quiere ver actuar a nuestra vez con los que están padeciendo.

También, que la acogida cariñosa de Jesús a pecadores, prostitutas y todos aquellos que eran marginados por sus errores, nos manifiesta de manera luminosa cómo nos comprende y perdona a todas sus creaturas, y, nuevamente, cómo nos quiere ver perdonar a quienes creemos que han actuado incorrectamente.

Y, por último, pero no lo menos importante, que, pese a su origen excelso, se identificara tan claramente con los pobres (desde el corral de animales de su nacimiento hasta el patíbulo de los revoltosos de su muerte, pasando por la viuda de la monedita en la alcancía, su no tener ni “donde reclinar la cabeza” y su descripción del Juicio Final, entre tantas otras muestras), nos indica las preferencias de Dios en este mundo injusto y cuáles debiesen ser nuestras opciones al respecto.

La Encarnación del Verbo Divino, la Palabra de Dios con nosotros, entre nosotros y desde nosotros, ha llevado a su cumbre a la humanidad, y nos da la oportunidad de optar a esto: «a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios»

. Lo que significa que todos y todas quienes han acogido el estilo de Jesús, intentando asemejarse a él cada vez más y cada vez mejor, tienen lo necesario para ser reconocidos como hijos del Padre Bueno.

Por eso, para todos quienes creemos que «hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad», esto no sirve de nada si se queda estancado en el decir y no se manifiesta en acciones; en las acciones que esperaría de sus hijos el Padre Bondadoso.

 

Como sabes mejor que nosotros, Señor, creemos en tu Encarnación, pero necesitamos aumentar nuestra fe en las consecuencias que este hecho tiene para nuestra humanidad. Continúa ayudándonos a darle buen uso a las capacidades que Dios puso en nosotros para esto. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, no dejar de meditar, para darle un mejor contenido a nuestro actuar, en el maravilloso hecho de que Dios se haya hecho tan humano como cualquiera de nosotros,

Miguel

 

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