miércoles, 6 de enero de 2021

El camino para ser predilectos de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

10 de Enero de 2021

El Bautismo Del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 55, 1-11 / Salmo Is 12, 2-6 Sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación / I Juan 5, 1-9

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     1, 7-11


Juan predicaba, diciendo:
«Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»
En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección.»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Tal como anunció Juan sobre el Señor: «él los bautizará con el Espíritu Santo» (Ev), permitiéndonos nacer de nuevo, de lo alto (Jn 3,3), cambiando el estilo de vida egoísta e individualista de nuestras sociedades, porque sabemos que «el que ha nacido de Dios, vence al mundo» (2L). Quien actúa de esta manera es alguien que ha oído en su interior: «Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán» (1L), comprendiendo que «Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección» (Sal). Con esa fe esperanzada, podemos acompañar el caminar de otros hacia el encuentro con el Padre Dios.

Asemejándose al Hijo muy querido.

Estamos en el «comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios» (Mc 1,1), según la versión de Marcos.

Un poco antes del texto de este día, en los primeros versículos de este mismo capítulo, se introducía previamente a Juan, el bautista, que es uno que se presentó «en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados [lo que provocó el que] Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. [Él] estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre» (Mc 1,4-6).

Todo indicaba que era un profeta, un hombre de Dios.

Es el momento, ahora, de revelar al personaje principal de esta historia. Y resulta que no aparece como un “gran señor”, tal como parecía indicar Marcos cuando señalaba de qué se trataría esta obra: en lo que viene nada indica, según nuestros criterios, que nos hablará del Mesías e Hijo de Dios…

Nos señala, por ejemplo, que viene «desde Nazaret de Galilea» para ser bautizado. O sea, no hay ninguna exigencia de su parte a Juan para ir donde él, sino que es Jesús quien acude al Jordán, como todos… Después sabremos algo más de sus características y entenderemos que, en su concepto, él «no vino para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45).

Pero también es llamativo que provenga de ese territorio, porque Galilea estaba en la parte norte del país, muy cerca de las naciones paganas, razón por la que los judíos del sur, donde se ubicaba la capital y el Templo, la menospreciaban. Pero, además, es una zona de poca trascendencia religiosa: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?» (Jn 1,46); «Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta» (Jn 7,52), lo que implicaba otro motivo de desprecio por parte de los “buenos creyentes”.

Como si fuera poco, parece obvio que quien provenga de Dios no podía tener mancha alguna, pero Jesús se puso a la fila de los pecadores que eran bautizados por Juan, como uno más de los que mostraban arrepentimiento y deseos de cambiar de vida, con el fin de identificarse con la gente común, para poder llegar a ser su representante. Así lo indicaba el profeta: «el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros» (Is 53,6).

Significativo, por último -porque marcaría un estilo que poco se rescata hoy-, es que en el comienzo de su vida pública, él no se dirija a los líderes religiosos en el templo, buscando su bendición, sino que va a Juan Bautista para buscar ser bautizado por él (confirmando de paso a Juan como profeta de Dios), con un gesto que señala a las claras, desde un principio, su distanciamiento de la religión oficial para aprender y enseñar a adorar sin amarrarse a estructuras humanas, o «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23), como diría posteriormente.


Queda presentado de esta manera el más importante enviado por Dios, con lo que queda claro que no se guiará en su misión por criterios sociales comunes, sino por la Santa voluntad del Padre. Con esto, deja como tarea a quienes se atrevan a llamarse sus seguidores (porque no es tan importante haber sido bautizados en su Nombre, sino qué se hace con la identificación como cristianos): la de buscar asemejarse a sus opciones de cercanía, servicio, humildad y búsqueda honesta de la voluntad de Dios, las cuales son la forma de poder ser reconocidos por el Cielo de esta forma: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección».

 

En nuestro débil entendimiento, nos aferramos a fórmulas, ritos y prácticas que nos han enseñado buenas personas, pero no hacemos un esfuerzo por discernir personalmente qué sería más coherente con tus dichos y hechos, Señor. Ilumina nuestro caminar. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, ser más fieles a la palabra y la práctica de Jesús honrando el uso del nombre “cristianos”,

Miguel

 

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