miércoles, 13 de enero de 2021

¿Qué queremos de Jesús?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

17 de Enero de 2021

Domingo de la Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

I Samuel 3, 3-10. 19 / Salmo 39, 2. 4. 7-10 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad / I Corintios 6, 13-15. 17-20

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     1, 35-42


    Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios».
    Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?»
    Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?»
    «Vengan y lo verán», les dijo.
    Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
    Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.
    Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Hoy se nos invita a mirar qué hemos hecho de nuestra vida de fe, después de haber recibido la invitación del Maestro: «Vengan y lo verán» (Ev) y teniendo presente que «El que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él» (2L), por lo que, en esas circunstancias, nuestra disposición permanente debiese ser: «Habla, porque tu servidor escucha» (1L), ya que «yo amo, Dios mío, tu voluntad» (Sal). ¿Lo hemos hecho así?.

Según nuestra experiencia y razonamiento personal.

Casi todos nosotros seguimos a Jesús. Sin embargo, pocos nos preguntamos ¿qué queremos de esta búsqueda tras el Maestro?.

Es que, normalmente, no hemos sido formados en preguntas, sino en aceptar certezas porque alguien “superior” (sacerdote, pastor, maestro, catequista) nos las transmitió. Pocos -muy pocos- han elaborado convicciones propias sobre la fe que dicen profesar.

O su forma de vivirla sería más vigorosa, los demás lo notarían y el cristianismo sería una corriente vital en nuestra sociedad.

Para entender cómo se ha llegado a que la mayoría de los creyentes sean más bien repetidores rutinarios de conceptos y prácticas que, por esto, difícilmente iluminan la vida de los demás, hay que mirar un poco la historia de esta fe. Podríamos decir que a esta la recorre un constante temor a “desviarse” y las consiguientes reacciones para evitarlo.

Un ejemplo es el de una fuerte corriente que se llama “gnosticismo”, la cual, entre otras cosas, afirma que sólo el espíritu es esencialmente bueno y lo material, en cambio, esencialmente malo. Leer el evangelio de Juan sabiendo que buscaba corregir la influencia de esta ideología ayuda a comprender muchos conceptos que encontramos en ese texto.

Otro caso es el del “arrianismo”, que enseñaba que Cristo era una creatura hecha por Dios. Tuvo tanta influencia que fue necesario convocar a dos concilios para limpiar esas creencias y de ahí nació el Credo que se recita en todas las iglesias del mundo desde fines del siglo IV, afirmando su divinidad a la vez del Padre.

Y así, han surgido muchas discrepancias durante estos dos milenios. El problema es que, muy cristianos serían, pero como el “bien superior” era la “pureza” de la fe, hasta hubo ocasiones en que se llegó a la paradoja de recurrir a la violencia para mantener intacta la que se suponía era la fe correcta en el Señor de la Paz y el Amor…

Incluso hoy recordar esas oscuridades es mal visto y condenado como puerta de entrada a las temibles dudas y el término “herejía” surge como una condena.

Pero ¿es realmente satánico dudar?

¿Qué dirán los que creen esto de las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46)?.

Es que hasta él se hizo preguntas... Pero si es muy natural y humano que así sea. Si Dios nos creó con cerebro fue para que lo usásemos. Y, como bien dijo un predicador por ahí: “Tener dudas de fe puede estar indicando la vitalidad de esa fe. ¡Si su fe estuviera muerta o dormida, no habría dudas!”. Intentar eliminarlas conduce al fanatismo y no a la verdad que hace libres (Jn 8,32).

De hecho, el mismo Maestro hizo cuestionarse profundamente a los discípulos acerca de qué significaba él para ellos (Mt 16,13-15).

El tema sería entonces ¿cómo resolver los inevitables cuestionamientos que surjan en el caminar de la fe? ¿Cómo descubrir con más claridad qué queremos, qué esperamos del Señor?

Antes que nada, si nos declaramos cristianos, es decir, seguidores de Cristo, el moreno de Galilea, a quien se conoció como Jesús de Nazaret, habría que poner en primer lugar sus actitudes y sus palabras, e intentar asemejarse a él y resolver como haría él. Aunque haya gente respetable que diga cosas que suenan razonables, pero cambian los dichos del Maestro.

En segundo lugar, siguiendo la emocionada oración que brotó de sus labios: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Lc 10,21), sabiendo que la actitud correcta para resolver las dudas sobre los misterios del Reino es la humildad y que, probablemente, desde una postura de “especialistas” se pueden emitir bellos conceptos, pero también soberbios errores.

Por último (sin pretender agotar el tema, sino debido al espacio que tenemos), viendo que Jesús privilegió a los colectivos para dar a conocer sus enseñanzas, sería adecuado acercarse a comunidades de fe para, juntos, ir despejando cuestionamientos y construir creencias firmes, las que, normalmente, se traducen en acciones concretas.

Para concluir, es necesario decir que estas son reflexiones nacidas de la fe y la comprensión de esta, alimentada por una vida de práctica y diálogos, pero tampoco pretenden ser una verdad definitiva, sino una propuesta para que quienes las lean las cuestionen y, si es el caso, se cuestionen a sí mismos.

Lo importante es llegar a verdades que se sientan propias, de tal manera que cada uno/a esté preparado para cuando el Maestro voltee a ver quienes le siguen y les pregunte «¿Qué quieren?» (o ¿qué buscan?, según otras traducciones) saber dar razón de nuestra esperanza (1 Pe 3,15) y decir con hechos de vida y con alegría convencida «”Hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo».

 

Hasta tus discípulos, tan cercanos a ti que fueron, te dijeron “auméntanos la fe”, Señor. Te pedimos que nos guíes en la comprensión y el razonamiento de tu mensaje aplicado a nuestro tiempo, de tal manera de ser fieles seguidores tuyos, con plena conciencia de lo que hacemos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, formarnos convicciones propias y coherentes con lo que vamos descubriendo del Señor y sus caminos,

Miguel

 

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