domingo, 28 de febrero de 2021

Atreviéndose en la fe

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

28 de Febrero de 2021

Domingo de la Segunda Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18 / Salmo 115, 10. 15-19 Caminaré en presencia del Señor / Romanos 8, 31-34

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     9, 2-10


Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.»

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El creyente puede sentir confiado: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (2L), porque su promesa es «te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo» (1L). Entonces, nace responderle «Yo, Señor, soy tu servidor» (Sal). Y para que no tengamos dudas acerca de cuál es Su Voluntad para nuestra vida, Él nos indica a Jesús y nos dice: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo» (Ev).

Sin miedo a ser fielmente originales.

Los cristianos no nos caracterizamos por ser muy audaces que digamos. Lo nuestro es, más bien, lo opuesto: somos, generalmente, de los que repetimos una y otra vez ritos, actos, palabras, y hasta, incluso, criticamos y nos molestamos, sin mayor raciocinio, con el mismo tipo de personas y por las mismas actitudes que quienes estuvieron antes que nosotros, para mantener la tradición.

Y ¡pobre de quien intente sacudir nuestra rutina! Eso, si el innovador es uno más de nosotros. Pero, si quien lo intenta tiene algún tipo de autoridad, entonces, ¡pobres de nosotros, que nos desmoronan la fe!, cimentada en las costumbres, tristemente, más que en el Señor, según parece, por lo que necesitamos ir donde otra autoridad que sea apegado a lo de siempre, a lo que estamos acostumbrados…

Una muy triste consecuencia de todo esto es que nuestras organizaciones cristianas no son muy atractivas para los jóvenes… ni tampoco para los no tan jóvenes.

Jesús, nuestro Maestro, en cambio, como escribió el teólogo Leonardo Boff, era “un hombre de singular fantasía creadora”: alguien que fue desamarrándose progresivamente de las prácticas religiosas de su tiempo -ya que aprendió a observarlas con sano espíritu crítico- y fue haciendo y enseñando maneras nuevas y más fieles de adorar al Padre Dios.

De hecho, el mismo hábito suyo de llamarlo y enseñar a nombrarlo como Padre era toda una novedad que no fue bien vista por los profesionales de la religión: «Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado. Él les respondió: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”. Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre» (Jn 5,16-18).

Notemos que, de paso, en su afirmación cuestiona el que Dios necesite descansar como dice la propia Biblia (Gn 2,2). Es decir que, en su libertad creadora, era capaz de replantearse incluso lo escrito en el Libro Sagrado. Pocos valientes llegan a eso en nuestro tiempo. Y los que osan hacerlo, rápidamente quedan del lado exterior de la puerta de las organizaciones religiosas.

Hay muchos otros ejemplos de esta actitud valiente del Nazareno. Uno muy decidor es el siguiente:

«Unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados y no se lavan las manos antes de comer?”. Él les respondió: “¿Y por qué ustedes, por seguir su tradición, no cumplen el mandamiento de Dios? En efecto, Dios dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’ y: ‘El que maldice a su padre o a su madre, será condenado a muerte’. Pero ustedes afirman: El que diga a su padre o a su madre: “He ofrecido al Templo los bienes que tenía para ayudarte”, está libre de los deberes hacia ellos. Así ustedes, en nombre de su tradición, han anulado la Palabra de Dios» (Mt 15,2-6)

Notemos que en este caso los expertos de la fe ponen el énfasis, precisamente, en la tradición (la costumbre, lo que se suele hacer), pero el Maestro les hace notar que esas tradiciones pueden traicionar los mandatos de Dios, ni más ni menos.


Pues bien, así como el primer Domingo de Cuaresma es recordado, principalmente, por las tentaciones que sufre Jesús, el correspondiente a esta semana resalta una de las que padecieron los primeros discípulos y, muy probablemente, también todos (o casi todos) los cristianos que hemos venido después: la de acomodarnos en nuestra zona de confort... aunque no comprendamos bien qué sucede ahí: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas…». O, en otras palabras, quedémonos aquí, dejemos estático este momento, no cambiemos nada.

Pero la voz del cielo reafirma a quién es al que hay que seguir: no a los “conservadores” que quieren quedarse donde mismo, sino al que tiene un espíritu libre y se atreve a ser creativo para ser más fiel al Señor: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».

 

Nos hace falta sacar más del tesoro de nuestra experiencia, para aplicarlo a la forma de relacionarnos con Dios, lo viejo respetable y, a la vez, lo nuevo valiente que permita corregir coherentemente la natural tendencia humana a acomodar la fe a nuestras costumbres. Ayúdanos en esa compleja tarea, Señor. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, evitar que sea la costumbre y no la fidelidad la que gobierne nuestra manera de vivir la fe,

Miguel

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