miércoles, 21 de abril de 2021

¿Qué es dar la vida?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

25 de Abril de 2021

Domingo de la Cuarta Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 4, 8-12 / Salmo 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29 Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor / I Juan 3, 1-2

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     10, 11-18


En aquel tiempo, Jesús dijo:
    «Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
    Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
    El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre.»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Es increíble que aún no haya llegado a toda la humanidad esta Buena Noticia, este maravilloso anuncio: «¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente» (2L). Si eso algunos lo hemos aprendido y comprendido ha sido porque «el que viene en nombre del Señor» (Sal) nos lo mostró y demostró «dando su vida por las ovejas» (Ev), que son sus hermanos, hijos del Padre del cielo, y otorgándonos la misión de anunciar esto, haciendo algo muy semejante a eso nosotros mismos, convencidos de que «no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos» (1L) y de que el mundo tanto lo necesita.

Conociendo el estilo “Buen Pastor”.

Pese a que la inmensa mayoría de nosotros nunca ha tenido, ni tendrá, oportunidad alguna de conocer a un auténtico pastor en carne y huesos, igual es muy difícil que no tengamos una idea bastante correcta de lo que es y hace quien ejerce ese oficio.

Probablemente, esto se deba, precisamente, a la difusión de esta caracterización que hizo Jesús de sí mismo, transformándose históricamente en una de las más queridas de las que se conocen. Por ello, no nos cuesta y hasta nos agrada sentirnos “ovejas” de tal pastor.

Pues bien, creemos que Jesús es «el Buen Pastor», sin embargo, “sin querer queriendo” hemos reducido su imagen a la de un pastor bueno, un «maestro bueno» (Mc 10,17), sólo una buena persona, con la certeza de que «El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón» (Lc 6,45).

Claro que él lo era: se preocupaba de las necesidades de las personas.

«Él les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer» (Mc 6,31)

«Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino» (Mt 15,32)

Y no sólo se preocupaba; también se ocupaba de esas dificultades, como sabemos, porque se nos narran muchos signos poderosos que realizó en bien de los demás (Hch 10,38)

Pero, evidentemente, era mucho más que eso: era bueno en el sentido que él mismo explica en esta imagen que resalta del texto para este día: hasta el punto de dar su vida por las ovejas.

Normalmente creemos que esta señal se identifica y se agota en la cruz, es decir, cuando literalmente entrega hasta su último aliento, tal como él afirma: «nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo». Y esto por sus pecadoras ovejas: «Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rom 5,8), «padeció por los injustos para llevarnos a Dios» (1 Pe 3,18).

Todo aquello está bien, por supuesto, pero carece de una dimensión muy importante de su forma de dar la vida: lo suyo era una actitud permanente, por lo que parece más acertado entender aquella frase como un “disponer su vida en favor de las ovejas” o un “desgastar su vida por el bien de sus ovejas”.

Tal fue, de hecho, la forma que nos relatan los evangelistas que vivió sus días entre nosotros.

Por ejemplo, mientras en su tiempo los niños eran un estorbo, él les dedicaba parte de su valioso tiempo: «Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”» (Mc 10,13-14)

También vemos en él que, observando el terrible e injusto proceder de los poderosos de su tiempo, enseñó la cura para ese mal que sigue siendo tan devastador en nuestra sociedad:


«”Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo» (Mt 20,25-27), poniéndose como ejemplo él mismo, porque su vida podía ser la de «el Señor y el Maestro» (Jn 13,14), pero la dio generosamente, ya que «no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (Flp 2,6-7)

Y así, podríamos encontrar muchas otras situaciones que muestran que daba la vida: daba generosamente de su vida, de sus comodidades, de lo que podrían ser sus privilegios, por el bien de los demás -de sus ovejas- para terminar dejando como tarea la misma forma de “dar la vida” a sus seguidores (Jn 21, 15-17).

La otra entrega de la vida puede tocarle (y le ha tocado durante la historia) a más de algún cristiano, pero la cotidiana nos toca a todos siempre. ¿Qué tan buenos pastores estaremos siendo?

 

Si nos propones tan bella imagen como la del Buen Pastor, Señor, no ha de ser para que nos pongamos sentimentales, sino para asumirla con sentido de Reino de Dios, con sentido de Vida en abundancia: asemejándonos a tu estilo de servicio generoso para los demás. Danos lo que nos falta para atrevernos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, intentar ser buenos pastores de los que, por las distintas circunstancias de la vida, nos han sido puestas bajo nuestra responsabilidad,

Miguel

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